AQUELLOS COMERCIOS DE ANTAÑO
Decía Mª Victoria Atencia, poetisa que figura entre mis lecturas de cabecera: “Escribo para oír lo que me importa: / el mar, el viento, el tiempo, los silencios”. También yo escribo para eso, para fijar las cosas que han quedado atrás en el recuerdo, porque recordando, recupero todo aquello que fui y que no quisiera perder por muchos años que tengan que pasar. Y recordando, sobre todo, recupero la memoria de aquellos seres queridos y añorados que ya no están a mi lado, o que están, pero de otra forma. Y recordando, hoy he recuperado la memoria de mi madre cuando me mandaba al comercio de “Tía Herminia Taconea” a comprar un cuarto de aquellos fideos que venían enrollados en un paquete de papel y que luego había que picar con las manos. Yo iba sin rechistar, no había nada que me gustara más, porque luego, claro, había recompensa: algún caramelito o algún chicle bazoka, que me regalaban por buena y por guapa la Chon y la Leandra, las hijas de Tía Herminia. Esta escena sucedía a finales de los sesenta; y aprovechando que en mis recuerdos de hoy aparece el comercio: ¿Se imaginan ustedes la cantidad de comercios que había en el Torrejoncillo de 1950? ¿Les apetece hacer un viajecito con la imaginación, completamente gratis y sin moverse de sus casas? ¡Pues, comenzamos! Primero el tapeo, que se...
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