¡Salude, señor, salude!
Ay, indignada es poco. Esto va tocando fondo. Vamos, un asunto de esos de “cuéntame” en qué momento pasó y por qué demonios –y disculpen– tuvo que pasar. Les pongo en contexto.
Si llegas, saludas. Si te vas, te despides. Y si ofendes, te disculpas, ¡y qué menos! Son reglas básicas de convivencia y que parece que al personal cada vez le gusta menos cumplir –y qué lástima señores, con lo poquito que cuesta ser agradables y agradar–. De toda la vida de Dios, son actitudes que vienen de la mano. Fíjense. Compras-pagas. Abres-cierras. Enciendes-apagas. Y si te preguntan, pues contestas ¡hombre!, mejor o peor… pero lo haces. Y así, suma y sigue.
Sin rodeos. Me gustan las personas que todavía dicen “por favor”, “perdón” y “gracias”. Aunque no lo hagan por cortesía –una lástima– y quieran así romper un momento de silencio o simplemente quedar bien, y hasta en estos casos podríamos poner peros y porqués. Más de lo mismo, lo mismo me da, ¡ea! Lo cierto es que estamos pasando por una época de sequía de `porfavores´ y esa sequedad estival la prolongamos durante años hasta fechas de manoplas, bufandas, gorros, gorritos y gorrones –ahí es nada–. Y para gorrones los que se merecían muchos de esos simpaticuchos. Y sí, me enervo, querido lector. Porque con esto no se puede ser imparcial. Bronca en el ocho (tendido), en el nueve y en el diez si hiciese falta.
La cosa va de secos, qué se le va a hacer, aunque luego se esté de buen año… Y qué buena verdad es esa de que la vida está llena de luces y sombras –dicen–. Pero a los que comentan que esto es una cosa de moda –muy fuerte, como dirían los modernos–. Les respondo que la cordialidad-educación no encaja en modas, se tiene o se carece de ella. Ni moda y mucha falta de modales.
Ya no sé qué pensar. Habrá que ser optimista y tendremos que ponerle al mal tiempo buena cara, así que de sonrisas y sonrisotas, hablamos otro día.
Hasta pronto.
Gloria Gil Talavero.