Tiempos de duda
Cuando un león se lanza a cazar cebras, cada una de ellas sale huyendo en una dirección diferente. Si todas ellas escaparan en la misma dirección, seguramente el león cazaría alguna muy fácilmente, pero es precisamente ese desbarajuste, esa orquesta danzante de rayas blancas y negras hacia todos lados, la que hace que el león, por un instante, no sepa a qué cebra perseguir. Ese es precisamente el peligro de la duda, el segundo de duda que le da la vida a la cebra. Y esa es precisamente la razón de por qué las cebras tienen rayas.
A veces no tenemos claro el camino a seguir en nuestra vida. A veces las certezas se convierten en incertidumbres y no nos queda más remedio que dudar, y esa duda atenaza nuestro pecho, nos impide andar hacia delante y, lo que es peor, introduce en nuestra vida un factor que siempre deseamos mantener apartado: el peligro de equivocarnos.
Desgraciadamente, vivimos tiempos de duda. Dudamos sobre nuestro futuro, dudamos sobre nuestras decisiones cotidianas, porque éstas, más que nunca, afectan a nuestro futuro. Dudamos de la gestión de los políticos, e incluso de su honradez, y dudamos a veces sobre cómo sería la gestión de los que ahora no están en el poder. Dudamos de nuestra felicidad en el futuro, e incluso de nuestra felicidad en el presente, mientras la única certeza que nos va quedando es nuestra felicidad en el pasado.
Pero las decisiones se van tomando, queramos o no, algunas a pesar de nosotros y otras gracias a nosotros. ¿Nos hemos equivocado todos estos años o lo hacemos ahora? ¿Se ha equivocado el Papa todos estos años o lo hace ahora?
¿Se han equivocado los políticos todos estos años y lo hacen ahora también? Respecto a las respuestas a estas preguntas, como siempre, hay una sola verdad y muchas dudas, aunque no todas razonables.
Francisco Javier Chain Villar