
Hablemos de Tolerancia
“Ya he probado/con todos los detergentes/pero ninguno saca/las miradas más difíciles/el invierno incrustado/las palmadas en la espalda” (Carmen Camacho, Espumas versus viento) Dicen que hay lugares en la tierra donde les pagan a los que cuentan cuentos, porque llenan el corazón de hermosos e imprescindibles sentimientos. Aquello que el corazón atesora es alimento para el alma y de eso saben mucho los cuentos y quienes los cuentan; por eso, Julita piensa que los médicos deberían recetar cuentos para sanar de tantas enfermedades de las que adolecemos hoy en día, y que los genéricos y otras pócimas extrañas no son capaces de curar. Quizá tenga razón Julita, si los cuentos los dispensaran en la farmacia, a más de uno se le quitaría la tontería, la desidia, la intolerancia, la indolencia, el ordeno y mando…y un largo etcétera de males que se están haciendo recalcitrantes . Julia, ya la conocéis, es muy suya, y tenéis que perdonarla si a veces confunde la gimnasia con la magnesia y cosas por el estilo; por eso, cuando me he puesto a sondear su opinión sobre el término tolerancia, me ha hecho sonreir: –¿Ahora me saltas con los rombos que plantaban en una esquina de la televisión y mis padres me despachaban ipso facto a la cama?: Julita, niña, que no es tolerada… …y Julita, que era muy bien mandada, se iba para la cama...
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