
La escalera y el sueño
Una vez me contaron de una mujer que guardó un sueño tras un balcón cerrado. Me dijeron que su sueño venía de una noche lejana. Era un tiempo de guitarras, en una vieja ciudad con besos trasnochados, en medio de un arrebato de versos heridos de amor. Desde aquellos días lentos, guarda un retrato ajado en un viejo álbum de fotos; también guarda la promesa de un beso y la lluvia presentida como estación de reencuentro. Esa mujer, llegó a estar convencida, de que hay sueños que duermen tan profundamente, que uno mismo los condena a no despertar jamás. Pero después de tanto mirar a la Luna, un día comprendemos, ella también lo comprendió, que siempre amanece, incluso para los sueños. Sólo necesitan una sombra tras los visillos del balcón, una ráfaga de viento que llega en las alas de las mariposas de la noche, un olor a nuevo mundo, ese que sólo preludia la lluvia. Aquella mujer que soñaba, fue dejando que sus manos fueran haciéndose carne en otras manos; sus ojos se encendieron en otros ojos y consiguió que aquellos versos, llenos de amor, no hirieran sino a los que están vacíos de palabras y tienen por corazón un pellejo reseco; pero de eso, no es culpable su sueño. Aquel sueño se fue moldeando en el taller del alma, y necesitó muchos días y más noches aún,...
Read More