
EUFEMISMOS HIPÓCRITAS
Tengo el feo vicio de embaularme íntegro el Debate sobre el Estado de la Nación, desde el discurso del Presidente del Gobierno, hasta la intervención de esos partidos minoritarios, nacionalistas, regionalistas, camarcalistas, y aldeanistas para los que el principal problema de España es que el Ampurdán (y quien dice el Ampurdán dice las Alpujarras o los Monegros) aún no le han sido transferidas las competencias sobre la cría del caracol cuernicorto, y que es inconcebible esa intolerancia del centralismo mesetario, garbancero y fascistoide ante las ansias de de autogobierno de la realidad nacional ampurdana o ampurdense o como carajo se diga. Pero al arroz, que hoy de lo quería hablarles es de que hay algo que me repatea profundamente los higadillos cuando escucho hablar a nuestra clase política. Esa manía de no llamar a las cosas por su nombre, esa tendencia al eufemismo absurdo, a la metáfora cursi, al subterfugio lingüístico, a la perífrasis estúpida, a la gilipollez políticamente correcta y a agarrar el rábano por las hojas. Me explico. No sé si se habrán fijado, pero en el debate en que se supone que se habla de la situación de España, la palabra España está proscrita. No se pronuncia, o si se pronuncia se hace con aire contrito, como pidiendo perdón. Se puede hablar de Estado, de la Nación, de este país, pero nunca de España, porque como...
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