
EL SIMBOLISMO DE LOS PUNTOS CARDINALES
En la arquitectura románica nos encontramos con gran cantidad de símbolos. En ella se dan los tres elementos (cabecera, nave, torre) que simbolizan la unión del mundo de los hombres con el de Dios. La nave con una forma rectangular o cuadrada simboliza la tierra porque el 4 es el símbolo de la tierra (4 estaciones, 4 puntos cardinales,…). La cabecera generalmente semicircular representa el cielo, con su bóveda que simboliza la esfera celestial. La unión de la nave con la cabecera representa la unión de lo terrenal con lo celestial.
Salvo rarísimas excepciones, en todas las iglesias cristianas su cabecera se dirige al este, hacia el lado del sol naciente. Se trata, evidentemente, de un recuerdo de los cultos solares. En Egipto y Grecia los fieles se volvían hacia el Oriente para adorar al dios del sol y, muertos, se hacían inhumar frente al astro divinizado. En el cristianismo, el sol ya no se adora como un dios, pero permanece como el símbolo de la divinidad del Salvador.
Oriente es, al mismo tiempo que la fuente de la luz, la dirección de Jerusalén, la ciudad santa donde murió Jesús; también, la dirección de La Meca hacia la que se orienta el “mihrab” de las mezquitas musulmanas. El mihrab se ubica siempre a levante, y como las mezquitas son todas de planta rectangular, y además son siempre una reproducción esquemática de la casa de Mahoma, sitúan el patio a poniente y la puerta siempre como norma enfrentada al mihrab, altar del templo musulmán. Así, templos musulmanes y cristianos, orientan sus templos de la misma forma.
Este uso se generaliza a partir del siglo IV. H. Nissen precisa que los santuarios paganos o cristianos estaban orientados en función del punto del horizonte donde se asomaba el sol el día de la fiesta del dios o del santo al que estaba dedicado el templo.
En el Oeste se ven con frecuencia ventanas circulares simbolizando la luz del Juicio Final, el Ojo que todo lo ve. Oculta un mensaje encubierto que trata de prevenir al cristiano de los peligros que se acercan con la llegada de la noche.
Si el Oriente es el símbolo del Paraíso, el Occidente, por donde el sol se oculta, es considerando, por el contrario, como el reino del Anticristo, de las tinieblas y de la muerte; por eso el muro de la fachada occidental se reservaba para la representación del Juicio Final, ya sea en el interior, en los mosaicos de las iglesias bizantinas, ya en el exterior, en los bajorrelieves de las iglesias románicas.
El Norte y el Sur tienen significados análogos. El Norte, que es la región de la oscuridad y de las escarchas, está dedicado a Satanás y al reino de la Ley. El Sur, de donde vienen la luz y el calor, evoca, por el contrario, la idea del Cristo Salvador, del reino de la Gracia.
Esta oposición determina, además, que al entrar el fiel en la iglesia tenga el Norte a la izquierda y el Sur a su derecha. Ahora bien, la izquierda siempre ha tenido fama de mal augurio, no en vano se denominaba con la palabra “sinister”. La derecha ocupa, por el contrario, en todas las civilizaciones, el lugar de honor.
Cristo está sentado a la derecha del Padre. En la escena del Juicio Final, los elegidos están colocados a la derecha del Juez y los condenados a su izquierda. En la nave de las iglesias, separados por sexos, los hombres ocupaban la derecha, las mujeres, consideradas inferiores, la izquierda.
Según las reglas litúrgicas, el baptisterio debe estar situado en el norte de la iglesia, porque ese lado es la región de las tinieblas donde se sumergen los neófitos antes de su purificación por el bautismo.