
IMPRESIONES DE UN VIAJERO
Corría el año 1984 cuando ocurrió un acontecimiento, que sin darme cuenta removería muchas cosas en mi vida, una historia de viaje casual donde las circunstancias tú no las mides, o no te puedes imaginar por dónde ellas te van a coger la medida, pero que se van a pegar tanto en tus interiores, que pasan a conformarse como parte de ti, influyendo en todo lo venidero. Como decía, corría el año 1984; y casualidades de la vida, me llevan a conocer a personas de Torrejoncillo, que con la ventura del paso de los años, se han convertido en amigos, compañeros de vinos, cháchara y coincidencias en centros sociales y culturales donde se arregla el mundo degustando las libaciones preferidas del dios Baco, pero lo tal vez más interesante de este viaje, fue la ligazón que con este pueblo encontré y que después de más de veinte años, creo mantendré hasta el final de mis días. Un día tres de diciembre, en una de esas conversaciones perdidas, salió a relucir el tema, y los pocos kilómetros que había desde Cáceres (eternos por la antigua carretera), y de la tremenda explosión de manifestaciones en forma de “vivas y ensordecedor ruido de escopetas”, por las calles del pueblo se daban.Empecé a plantearme la posibilidad de acercarme el día siete de Diciembre a ver con mis propios ojos lo que me estaban...
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