Habrás de amar al prójimo
Triste vida la de los asesinos que, cuando se levantan cada mañana, no tienen más quehacer que matar en nombre de un dios al que han manchado el nombre.
Alá el Grande, el que es Misericordioso, el que ansía que aquellos que lo alaban siembren semillas de PAZ en el mundo, nunca escuchará los rezos de los bárbaros que andan sembrando la muerte y abominará de ellos porque él es un dios justo y firme.
Cuanto más despiadados seáis más amor exhalaremos, porque somos todos y cada uno de los que matáis.
Y seguiremos conversando para llegar a entendernos, dibujando, escribiendo porque el mundo necesita de nuestro trabajo. Seguiremos siendo libres y uniremos nuestras manos para formar una larga guirnalda de PAZ, sonriendo siempre, porque la sonrisa es capaz de pintar paraísos. Quedáis avisados de que nuestras armas sólo dispararán balas cargadas de belleza que irán a clavarse en la diana de vuestro corazón amargo.
Anunciamos solemnemente que es hora de PAZ, de disfrutar del regalo de la VIDA. Contra vuestra intolerancia, nuestro abrazo conquistará la Tierra y la llenará de ternura.
Siento una pena infinita por vosotros, fanáticos con los ojos llenos de frío, los que sembráis la barbarie y la desolación , porque vuestra mirada está vacía y vuestro equipaje lleno de muerte. Y habéis de saber que en ningún paraíso seréis recibidos, porque Alá el Grande, el Misericordioso, no permitirá que emponzoñéis su edén con vuestros crímenes.
“Les fous n’ont ni couleur ni religion”. ¡Pobre del que abraza el fanatismo, porque nunca llegará al Paraíso!
Leía recientemente en una publicación que del Islam sólo nos acordamos como de Santa Bárbara. Ahora que nuevamente la ira de los islamistas radicales ( vaya por delante que el Islam es una religión de Paz, por eso es bueno matizar lo de “radicales”) se ha ensañado con Occidente, la amenaza de los bárbaros nos desconcierta y nos hace tomar conciencia de todo el sufrimiento que son capaces de producir sin inmutarse.
Hace tiempo que sostengo que por estos lares del mundo tenemos anestesiado el sentimiento y, mientras el dolor no afecte a la burbuja de tranquilidad que nos protege y nos aisla del resto del mundo, es como si no pasara nada. Digo esto porque sería bueno no pasar por alto que estos fanáticos matan cada día a los de sus mismas creencias sin temblarles la mano. Por eso yo soy Charlie, pero también soy y estoy en cada uno de los kurdos, los iraquíes, los sirios, magrebíes, nigerianos, indios, afganos…y todos cuantos sufren la ira de esos fanáticos, sin color ni religión, que dicen obedecer las consignas letales de un dios.
Yo no soy experta en estos temas, sólo sé que el horror me afecta y me araña el corazón hasta hacerlo sangrar, porque soy humana. Lo que sí tengo claro es que no es bueno mezclar las cosas de cualquier manera. Quienes mezclan la religión con la política siempre la han liado parda, ejemplos hay de ello; y ,si seguimos en ello, terminaremos por construir una bomba de colosales dimensiones y el día menos pensado este mundo será historia.
La religión ha de servir para mantener viva la esperanza de la gente , pero nunca para dominarla. Dejemos que los dioses gestionen sus cosas y pongámonos los humanos a reparar las grietas, que ya van siendo simas, por las que se está escapando nuestra convivencia.
“Tout est pardonné! reza la portada del Charlie Hebdo. Yo, palabra de Julia, levanto mi pluma sobre todos los crímenes cometidos, y os digo que si queremos que el mundo fluya hacia la corriente de la Paz y de la Libertad habremos de amar al prójimo, cercano o lejano; ya sea azul o rojo; crea en Alá , en Buda o en la Madre Naturaleza. Este ha de ser nuestro primer mandamiento.
¡Ay de aquel que no respeta a sus semejantes como algo sagrado, porque entonces no se quiere a sí mismo y no hay nada peor que un individuo que se detesta!
Mª José Vergel Vega
