
La línea de la vida
Con el último libro de María Dueñas en las manos se quedó dormida en el sillón abatible del salón. Rara vez perdona la siesta y le gusta hacerlo así, con el ronroneo de las palabras que guardan los ejemplares que con tanto mimo colecciona en su “pequeña-gran” biblioteca, como ella la llama. Es el preludio del mayor placer del día, el que reserva cada tarde a lectura, a evadirse del mundo que le rodea e imbuirse en las historias apasionantes y apasionadas que los distintos autores le ofrecen. Esa tarde al despertar, de forma lenta, fue abriendo los ojos...
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