La mirada del Presidente

La mirada del Presidente

Entrega de los Premios Joaquín Sama 2009

Escribo hoy desde el mar de la desolación. Las olas de la pena van y vienen mientras dejo sobre el papel en blanco estas palabras.

Pienso en la callada manera con que se nos adentran en el alma esas personas que no tienen doblez.

Cada cual estos días ha sacado la foto de ese momento especial con el Presidente. A falta de una imagen decente ─soy un absoluto desastre delante de una cámara─ lo que guardo a buen recaudo, en algún anaquel del corazón, es un recuerdo que me abriga cuando me siento perdida o demasiado pequeña. Se trata de un apretón de manos cálido y sincero que me desató un llanto desconsolado tras mi discurso como Presidenta del AMPA Vía Dalmacia en la entrega de los Premios Joaquín Sama  a la innovación educativa allá por el 2009. Ni mis compañeros ni yo, olvidaremos sus manos y aquella mirada dulce y cómplice con la que nos decía que creía en lo que nuestro proyecto anhelaba: la implicación plena de las familias en los centros educativos.

Guillermo siempre creyó en lo importante, en aquello que hacía progresar a su querida gente de Extremadura. Siendo tan pequeño ─porque así se sentía , como uno más─ nos ha dejado un legado grande y valioso: su creencia firme en la convivencia pacífica, en la justicia, en la igualdad, en la solidaridad, en lo social y comunitario por encima de egos que solo llevan al deterioro de principios tan básicos como la libertad y la sana convivencia. La vida va de eso: de intentar recrear el paraíso en la tierra.

Jamás lo sorprendimos en un “ytumás”. Defendió sus convicciones socialistas con total honestidad, con la verdad por delante y sin dañar a nadie de forma gratuita. Su forma de hacer política iba de integrar, no de separar.

He leído estos días muchos obituarios, cartas, recuerdos, homenajes al hombre bueno que fue. Se me quedaron grabadas unas palabras hermosas de Paco de Borja: “En tiempos de vocerío, Guillermo susurraba”. No puedo estar más de acuerdo, porque esa era su forma tanto  de conducirse por la vida como de hacer política. Cuando uno es buena persona, lo es en todos los ámbitos. Siempre se nos mostró como un buen hombre y un político justo, que sabía susurrar directamente al corazón para dejar semillas de esperanza en los hombres y mujeres de buena voluntad que creían firmemente que hemos venido a este mundo para servir a los demás, no para ser servidos.

Siempre me pareció una sentencia demasiado grandilocuente, la del fundador del Partido Socialista Obrero Español, Pablo Iglesias Pose: “Los socialistas no mueren, los socialistas se siembran”. Bien pensado, hay mucho de verdad en esta sentencia. El ejemplo de Guillermo como hombre y socialista de bien está tan arraigado en nosotros que seguirá creciendo en cada uno de nosotros. Ójala sepamos aprovecharlo y nos dejemos de bandos que a lo único que conducen es a la crispación y al ambiente enrarecido, al no avanzar hacia una vida tranquila y justa de la que todos y todas nos sintamos partícipes.

No sé por qué, cuando pienso en él, me vienen a la mente los versos sencillos y que tanto abrigan del poeta Marcos Ana:

Mi casa y mi corazón,

nunca cerrados: que pasen

los pájaros, los amigos,

el sol y el aire.

Si yo soy hoy militante socialista, en gran parte se lo debo a que nos transmitió que había que ser socialistas desde el sentimiento, desde las tripas, pues es desde ahí desde donde deben salir las convicciones.

Nadie como él manejó la palabra de manera tan magistral. Sabía perfectamente donde debía de proyectarla. La dejaba en el vórtice mismo del corazón, allí donde se produce el cataclismo, donde se enciende la chispa que nos conmueve, donde se activa el concreto resorte que nos hace ser mejores personas.

Permitan estos tiempos tan convulsos y tan grises que no perdamos la luz de su mirada, que mirándonos en su espejo, seamos capaces de caminar por la vida dejando huellas hermosas. Ójala que cuando se nos llene la boca hablando de patrias y banderas recordemos sus palabras, las que con más fuerza han salido de su boca: que las banderas más importantes sean las de cuidar de nuestros mayores, las de garantizar el sistema público de salud, las de abrir de par en par las Casas de Cultura, las Bibliotecas, los centros educativos, las del acceso a una vivienda digna, las de la lucha por salarios justos, las de la igualdad entre hombres y mujeres, las banderas de los brazos abiertos para acoger a quien viene buscando una vida mejor, las banderas del bienestar, de la libertad y la justicia.

Recuerdo unas palabras de San Juan de la Cruz que vienen a decir algo así como que al final de nuestra vida seremos juzgados en el amor. Parte tranquilo, querido Presidente, porque tú de ese bagaje vas bien sobrado. Siempre pusiste por delante los valores del amor y del respeto.

Descansa en paz, que la luz de tu ejemplo nos ilumine y nos haga conducirnos con humildad y justicia.

Mª José Vergel Vega

Sección «Aquellas pequeñas cosas»

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