Orígenes oportunos
Lo reconozco, lo mío es de traca: soy una charra contumaz de esas que candan la puerta y sólo respiran a sus anchas dando una vuelta por la Plaza Mayor de Salamanca, pero resulta que le he dedicado tanta vida y tanta energía a México que me duele el alma de ranchera y de tequila, pero ahí no queda la cosa ¡Tengo una hija torrejoncillana que a la menor amenaza con irse al pueblo de sus amores hablando un extremeño tan pringón que, en vez de enfadarme, me mata de risa! Es muy propia mi niña bonita aunque me acuse de traumatizarla de por vida por haberla arrancado de las cuestas de Torrejoncillo, lo que no sabe la criatura es que si quiere hacer carrera en política alguna vez, eso de ser tan integradora le va a servir de mucho. Me explico, si Chacón se llama Carme y parla catalá cuando se tercia, ahora sabemos todo el país que su padre era un andaluz de Almería que le viene de cine para reivindicarse ante las próximas elecciones. Un golpe de mano que no puede superar Rubalcaba ni aún santificado por José Mota. Esto del socialismo renacido viene muy bien cuando el partido en el poder aún no ha agarrado las riendas lo suficientemente fuerte como para que se note algo el cambio. Lo nuestro es personalizar cuando en realidad deberíamos estar buscando soluciones como locos y no mesías de los que esperamos milagros tan inmediatos como imposibles o cabezas de turco tan altas como el excelentísimo Urganga a quien toda la opinión pública quiere ver en la picota. Lo nuestro es un poco infantil, de verdad, tanto como recurrir al recuerdo infantil para despertar las simpatías que uno no suscita por no sé qué misteriosas razones –eso del carisma que se lo digan a Zapatero, es un concepto tan volátil como la confianza de los mercados-. A mí que no me vengan con campañas de imagen ni estilistas renombrados: si Catherine de Cambridge usa un vestido de Zara se agota en todas partes y aplaudimos la ocasión de promocionarnos, si se lo cuelga Letizia la acusan en todos los papeles de ir de trapillo. Ya lo dicen en no sé qué pueblo porque yo no lo tengo: es mejor caer en gracia que ser gracioso. Eso del carisma es una virtud otorgada en la cuna por el hada de turno y está claro que ni la princesa ni la Chacón despiertan pasiones desatadas, más bien envidias mal disimuladas o francas antipatías. Que se lo digan a Leire Pajín o a Pepe Blanco, quienes no tienen más que aparecer en la palestra pública para que se les ponga a escurrir por principios. Cierto que a la una por falta de currículum y al otro por oscuros trapicheos en gasolineras no les falta razón a sus contumaces críticos… pero ¿No creen ustedes que cargamos las tintas en demasía? Les pongo un ejemplo menos político, lo de la Campanario es muy sintomático, haga lo que haga la pobre mujer siempre estará en la lista negra. Nuestras simpatías son una amalgama caprichosa, imprevisible, ciega, sorda y de todo menos muda. Aquí opina todo Dios y hace la alienación de la Roja hasta el último mono, por eso hay que agradecer la flema correctísima de Vicente del Bosque ¿No se postula este para liderar el PSOE? Lo nuestro es tan irracional como la reivindicación oportunista del terruño llegado el caso. En tiempos de las autonosuyas lo único que nos falta ahora es ponernos a glosar las virtudes del solar patrio, eso sí, cuando nos conviene. Es como si discutiéramos la salmantinidad de un vasco universal como Miguel de Unamuno, uno de Bilbao que tanto se asentó a orillas del Tornes que su espíritu aún vaga por los recovecos de la universidad. Decimos que Nebrija fue el primero que escribió un diccionario en la Salamanca letrada ¿Recuerda alguien que era extremeño como lo fueron El Brocense –obvio-, Meléndez Valdés y tantos otros? Lo sé, lo sé, no he citado a Gabriel y Galán… es que no quiero tener problemas con quienes defienden tanto su extremeñidad como su charrería. Hay asuntos que carecen de importancia, pero qué bien nos vienen para ciertas cosas, y por cierto, ¿Qué día me hacen hija adoptiva de Torrejoncillo? Claro que cualquiera lleva al solemne acto a mi particular pringona, seguro que aprovecha y se queda, la muy propia.
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Charo Alonso