El arte ancestral de la tinajería.

El primer arte humano fue la cerámica, si Dios hizo en la Biblia al hombre de barro, el barro nos ha servido desde los inicios para contener el alimento, cocinarlo, dejarnos jugar a ser dioses desde niños y convertir, lo más pobre y más cercano, en objeto cotidiano, todo a través del trabajo de nuestras propias manos. Hay algo profundamente ancestral, antropológico, básico en la alfarería, algo que nos acerca a nuestro origen y con lo que nos identificamos. Por eso, ver trabajar a los Moreno León, comprobar cómo nace el objeto de sus manos es un milagro que saben compartir, vayan a verlos, a la vez que dan forma a esa tinaja plena y redonda que contiene un mundo, le darán al niño un pedazo de barro para que pruebe a recuperar su naturaleza.

Por eso, ver trabajar a los Moreno León, comprobar cómo nace el objeto de sus manos es un milagro que saben compartir, vayan a verlos, a la vez que dan forma a esa tinaja plena y redonda que contiene un mundo, le darán al niño un pedazo de barro para que pruebe a recuperar su naturaleza.

Torrejoncillo es un pueblo artesano que sabe de telares, de zapatos, de orfebrería… y que ha mantenido milagrosamente la tradición de las tinajas en una saga familiar que se remonta tres siglos atrás. Los Moreno León están verdaderamente hechos de tierra y tienen en las manos la capacidad de redondear el mundo.

Son los hijos, los nietos del señor Daniel quienes ahora trazan sobre el torno la curva de la tinaja de Torrejoncillo. No hay una sola pieza igual que salga de sus manos, son artesanos que recogen el barro anaranjado, humilde en su color, inesperado en su mica de plata, el barro que les regala la tierra de Torrejoncillo, adecuado para hacer piezas de gran tamaño.

Los Moreno León, que en su tienda tienen toda clase de cerámica extremeña, portuguesa en un despliegue de colores y formas que nos maravilla, respectan el principio de que cada uno debe devolver sus dones. Si el barro de Ceclavín es apto para hacer piezas de más delicada filigrana, el de esta tierra amable nació para ser tinaja grande, para contener el vino, el aceite y el alma de este rincón de Extremadura de gente honesta, de gente sencilla y sensata. Lisa, ornada de gargantillas o asas, la tinaja de los Moreno León es una pieza rotunda y práctica, toma forma entre los dedos de los hombres y en la rotación infinita del torno. Se cuece con amor y aguanta la intemperie alzándose llena de gracia.

Carlos, Rafael y Antonio, los hijos del señor Daniel, los padres de Ernesto y Dani son artistas, son creadores que se llaman a sí mismos artesanos y que han convertido una actividad centenaria, humilde y práctica en uno de esos milagros que sorprenden al viajero. Profundamente anclados en la tierra de Torrejoncillo, con los pies en el barro, saben que el futuro también está en las manos de los hombres. Las grandes letras que anuncian su negocio en Cáceres, BARRO, no son un hallazgo comercial, sino toda una declaración de principios. Cuando entramos, una cápsula de cristal rodea el torno, y en la pared, en una fotografía, el señor Daniel, el alfarero, hace una vasija con la señora María a la espalda. Es una imagen emocionada para quien conoce a esta familia entrañable, pero también es una declaración de principios: tradición y modernidad en las manos de quienes mantienen un arte tan antiguo como el hombre. Polvo eres y en tierra te convertirás, sé la tinaja de todo tu contenido.

El pan de nuestro alimento básico se cuece en el horno de los tinajeros, en el fogón de Daniel donde se hace la carne en el fuego eterno de lo que nos es propio e imperecedero. Hay algo que emociona en el trabajo de los Moreno León, es la labor de la tierra frente al tiempo, el tiempo que se detiene en sus manos. Sirva de homenaje al abuelo Daniel, a la tradición de una familia dedicada a convertir la tierra en utensilio, el arte en objeto cotidiano. En esta tierra fértil, en esta tierra orgullosa los hombres siguen labrando el futuro con sus manos, las manos de los Moreno León.

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