La ONU de playmobil por Jonás Fernández
Miércoles, 19 de enero de 2011 Tengo un amigo que asegura a menudo que en España no cabe un tonto más porque se caerían al mar. Anoche, viendo como sus señorías los senadores del Reino de España se lo pasaban pipa jugando a la ONU, no pude evitar pensar que mi amigo padece de un optimismo tenaz y compulsivo. Y no es que el numerito no tuviera su gracia en algunos momentos. Observar al señor Anasagasti, por ejemplo, echar mano del pinganillo de la traducción simultánea para conseguir entender el discurso en vascuence de uno de sus secuaces del Peneuve, como si fuera uno de esos vulgares maquetos a los que solía vapulear don Sabino Arana, es espectáculo que no pude sino paladear con fruición y deleite, y que, por méritos propios, debería figurar en los anales de la historia del parlamentarismo español. Pero salvando estos intermitentes lapsos de solaz y lúdico esparcimiento, el penoso ejercicio de contemplar esa pamema en la que un diputado andaluz del Pepé o del Pesoe necesitaba de traductor para entender lo que decía otro diputado andaluz de la Entesa, no puede llevar sino a calificar la sesión de sencillamente ignominiosa, si no rayana en la astracanada en la que con tanta frecuencia suele caer la política española. El Senado es una institución de utilidad dudosa en el diseño que el Constituyente pergeñó para...
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