
Romance del Cid Cam(s)peador
¡Malhaya todo el Pepé y malhaya don Mariano! ¡Malhaya la calle Génova! ¡Pobrecicos valencianos, que otra vez, por mal destino, han de sufrir a este Paco no con los trajes de marras, a los que es aficionado, sino con la blanca túnica que en el Imperio Romano llamaban túnica “cándida” (que de ahí viene “candidato”). Y esto, aunque a alguno parezca que es pecar de aventurado por vender la piel del oso antes de haberlo cazado, y, si alguno no lo impide, (y tal y como anda el patio no parece que impedirlo puedan tirios ni troyanos, colchoneros ni merengues, musulmanes ni cristianos) significa que ya, in péctore; significa que, de facto, ha Valencia Presidente para los próximos años . Y eso que andaba el mancebo; y eso que andaba el muchacho, desde el bollo de los trajes, tal cual boxeador sonado: deambulando por el ring; abrazándose al contrario; amparándose en las cuerdas por terminar el asalto. Con las cejas cuarteadas; con el mentón tumefacto; con los labios como hiatos tortuosos y grietados, y con la nariz retuerta, desvencijada y sangrando. Pidiendo el árnica a gritos; pidiendo a gritos el bálsamo, la pomada, el linimento, las aspirinas y el talco, que aliviaran las heridas que guarda como legado de la Gurtel, del Bigotes, de los dudosos regalos, y del impropio cohecho por el que se halla imputado. Andaba Francisco...
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