EL RINCÓN LITERARIO
El CACIQUE Crispín el remendón, vulgo Tachuela,se pasaba la vida a maravillasechando tapas, machacando suelasy cantando picantes seguidillas. Como era un zapatero ceroterola ganancia era poco sin disputaporque nunca empleó el buen zapaterosu escaso haber en mate ni en calcuta. El pobre con ahínco trabajabano para alfombras, cintas ni caireles,que con ganar tan solo le ufanabapara comprar siquiera lo grabieles. El material prestado recibíadel cacique don Judas, pez muy gordoque el jornal de los pobres se engullíacomo se engulle una aceituna un tordo. Crispín todos los años le entregabaLa cuenta ras con ras… salvo un piquilloque el bueno de don Judas agregabaa su treinta por ciento (¡pobrecillo!). Pero… ¿Cómo arreglarse sin dinero?porque el pueblo otro almacén no habíaque pudiera fiar al zapatero. Pues, señor, una tarde en que Tachuelaen la chaira afilaba la cuchillay al compás de los golpes en la suelacantaba la siguiente seguidilla: Quisiera estar tan lejosde las mujerescomo están las estampasde las paredes,y de mi suegratan cerca como estamosde las estrellas se presentó don Judas grave y tiesodiciendo: – Te he nombrado de la JuntaMunicipal.– ¿Y qué viene a ser eso?– De necios es, Crispín, la tal pregunta.En unión de otros tantos concejalessois la Junta que aprueba el presupuesto,la que ajusta las cuenta bien cabales,la que al médico arroja de su puesto,la que quita empleados si se enojay dispone de todo a troche y moche,la que...
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