
Tengo un problema

No sé a quién se le ocurrió la idea de ponerle el nombre de problema al planteamiento de una situación cuya respuesta desconocida debe obtenerse a través de métodos científicos. Desde luego, experta en marketing no era. Huele a mal rollo desde lejos. ¿De verdad que no había más nombres?
Me lo estoy imaginando, dos frikis de estos de las mates en un garito después de una larga jornada desentrañando enigmas relacionados en el cálculo o el álgebra…
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Y a estos retos más complicadetes, los que hay que pensar más, ¿cómo los podríamos llamar?
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Problemas.
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¿Qué dices tron, no serás capaz?
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¡Que no! Aguantame el cubata…
Supongo que sería algo así.
Pero ya que estamos, hablemos de algunos de los problemas más famosos de la historia de las matemáticas, o una selección de ellos. El que más me ha rallado desde que lo conocí fue “El último teorema de Fermat”. Para mí, Pierre Fermat, que fue quien lo enunció, si tiró un triple. Os lo cuento porque no tiene desperdicio.
En 1637 este señor escribe a mano el enunciado de dicho problema en el interior de un ejemplar del libro Arithmética, un clásico de las matemáticas, y comenta a continuación que tiene la demostración, pero que no le cabe en el margen de dicho libro.
Para mí, no tenía dicha demostración y os diré por qué pienso eso. Este problema que se conjeturó en el siglo XVII y fue demostrado 358 años después por el matemático inglés Andrew Wiles, con conocimientos que en la época en la que vivió Fermat no existían, ocupándole 98 páginas. Desde luego, en el margen del libro no cabía, ahí hay que darle la razón.
Pero hablando de problemas complejos, existen otros siete, mejor dicho seis, que os pueden hacer ricos. Reciben el nombre de los Problemas del Milenio y si resolvéis alguno de ellos, os lleváis para casa la nada despreciable cantidad de un millón de dólares. La entidad que pone la pasta es el Clay Mathematics Institute, por si tenéis que reclamarlo. Por cierto, recordad quién os lo dijo. Y digo yo que ya se podían estirar un poquito más, que con un día bueno en la Bonoloto se gana más.
Decía seis, porque uno de ellos ya ha sido resuelto. Recibe el nombre de la Conjetura de Poincaré y aunque la solución ha sido realizada por varios autores, había una parte del problema en la que estaban encallados y fue el ruso Grigori Perelmán dio con ella, anunciada en 2002 y dada a conocer en 2006.
Gracias a este logro, Perelmán fue nominado a la Medalla Fields, el mayor honor dentro del mundo de las matemáticas y al millón de dólares por resolver uno de los Problemas del Milenio. Pero como este tío es un crack, se ha permitido el lujo de rechazarlos diciendo que no está dispuesto a convertirse en una “mascota” del mundo de las matemáticas. Mi ídolo.
Termino con un salseo, que sé que os gusta. Os comentaba que la mayor distinción en matemáticas es la Medalla Fields, ya que Premio Nobel no existe para esta disciplina y os preguntaréis por qué, al menos a mí me asaltó esa duda.
Alfred Nobel fue un industrial y químico sueco, conocido principalmente por inventar la dinamita, lo que le acarreó una gran fortuna. Sin embargo le preocupaba que su memoria estuviera vinculada a la destrucción y a la violencia, ya que su invento era muy utilizado en las guerras. Fue eso lo que hizo que en su testamento destinara gran parte de su fortuna a la creación de la Fundación Nobel, impulsora de los famosos premios.
Se establecieron cinco categorías: Física, Química, Medicina, Literatura y Paz. ¿Y matemáticas no era merecedora de una de estas categorías?
Hay múltiples versiones de por qué Nobel no eligió a las mates dentro de sus disciplinas premiadas y ninguna está avalada históricamente, pero una de las que sobrevuela y aquí la dejo, es que Alfred estaba enamorado hasta los huesos de una chica que al final se decidió por el matemático Gösta Mittag-Leffler. Concluid vosotros.
Y os dejo, que me voy a poner con uno de los problemas del milenio. No, mejor voy a echar una bonoloto, que hay bote.
José Pedro Martín Lorenzo