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LA DEVOCIÓN

DEDICATORIA. A las personas que oren. Sepan que el orar con devoción es un auténtico placer. Idea sacada de S. Pedro de Alcántara, en su “Tratado de la oración y meditación”, cap. 1. “Del fruto que se saca de la oración y de la meditación”.

LA DEVOCIÓN.

Se recomienda la oración.
Y a cada instante se nos dice
que por ella se consigue
todo lo que se pide.
Y además, algo que se recibe
como añadidura generosa
cual rosa que, entre las otras,
por su belleza se distingue.

¿Y qué es
lo que entre tantas rosas
es su timbre?

Algo importante debe ser
pues, para conseguir y querer
tantas cosas como se suelen tener,
debe ser llevadera su carga
y amable su figura,
deleitable al paladar
como fruta olorosa y madura.

La devoción.
¿Eso?. Eso.
La devoción es pasión que facilita.
Que abre caminos
y a ir por ellos nos invita.

Porque si obramos el bien,
o nos familiarizamos con él,
debe ser porque nos atraiga,
o porque sea placentero
o porque cierta satisfacción le acompaña
y venga a ser nuestro consuelo.

Algún estímulo debe haber
para que se le siga y se le haga caso.
Algún dulzor, acaso,
que al paladar mime
cuando una buena obra consigue.
Y esto, está a cargo
de la devoción que hemos nombrado.
Ella nos anima, nos facilita,
y el trabajo que afrontamos
se hace llevadero
y hasta corto y rápido
por la sensación de ser ligero.

Los santos la tuvieron.
Y gozaron con ella los primeros
dejando atrás la desgana
y consiguiendo tal despego
que les sobraban los bienes
tan apreciados y perseguidos
en el mundo entero.

La devoción era su energía.
Era el obsequiado caramelo
que la oración les facilitaba
y lo degustaban
sin perder un minuto de tiempo.

¿Será la pequeña parte de hoy
muestra de lo mucho
que tengamos en el cielo?.
Vaya por delante nuestra esperanza
que, si lo que viene, es danza ,
de momento, la devoción marca
un ritmo a nuestros pies,
dispuestos y ligeros,
a ser lanzados sus pasos
como alegres notas al viento.

La devoción es vuelo que adentra
al alma, por el consuelo,
en las regiones más lejanas,
y a la vez cercanas,
a nuestro corazón abierto.

Es como escurridura de miel,
que de nuestro enamorado pecho
se desliza pesadamente
sin apenas saberlo,
hasta que el dedo la detiene
y la prueba, paladeando,
el amor que contiene
todo lo bien hecho.

Así es la devoción,
que, si no es la esencia de la oración,
es su mejor y más apreciado fruto
como lo es la nota musical
respecto a su instrumento.

En nuestro pueblo,
la devoción es fácil,
porque se cultiva
en su propio elemento.
Se mira a la Pura,
y el alma salta ágil,
rápida tras de un viva
que delata
nuestro oculto secreto.

Ángel Gómez Sánchez.

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