Un republicano en la Corte del Borbón
Conrado Granado
Me piden una opinión sobre la abdicación del Rey Juan Carlos, cosa que hago con sumo gusto contribuyendo con ello a la posible disparidad de criterios, a la cultura de mis raíces, en este caso el pueblo cacereño de Torrejoncillo. La abdicación creo que era necesaria, al tiempo que urgente, por edad, salud, sentido común y las garrapatas que tenía adosadas en el entorno familiar.
Sintiéndome republicano, como me siento, no quiero por ello dejar clara mi postura sobre el Rey, su reinado y el posible futuro que nos espera. Creo sinceramente que su contribución al restablecimiento de la democracia en España ha sido determinante, gozando en estos momentos de un período de paz desconocido en nuestro país durante muchos años. Creo que el Rey ha cometido errores, pero también que ha tenido aciertos, y la Historia lo juzgará con perspectiva.
Vivimos, en parte al consenso alcanzado en la Transición, en una democracia plena, con una Monarquía parlamentaria emanada de la Carta Magna que los españoles nos dimos en su día, y vigente, alguno que algunos les convendría no olvidar. Una Constitución que no es inamovible en modo alguno, ya que se puede cambiar, pero siempre respetando las reglas del juego democrático que nos hemos dado, por mucho que algunos pretendan cambiarla por las bravas. Si llega el momento por cauces democráticos de elegir entre los sistemas de República o Monarquía a buen seguro que me inclinaré por la primera opción, pero nadie a mis años, habiendo vivido tanto, me va a hacer tragar con ruedas de molino, por mucho que los carros circulen por la Puerta del Sol y se adornen con banderas tricolores, enseña a la que respeto, por supuesto, faltaría más. Poder podemos cambiar las cosas, las que queramos, pero con respeto, dejando al lado la demagogia y las verdades absolutas, teoría de la que nunca he formado parte.
El futuro está ahí, a la vuelta de la esquina, y desde la atalaya de lo mucho vivido lo miro con preocupación. Por eso quiero lo mejor para mi país, que todavía se llama España, aunque a algunos colegas de profesión les dé grima escribir tal nombre, y se decanten por la de Estado. Pienso en los jóvenes que se están marchando fuera (entre ellos mis hijos) porque esta tierra está hueca de futuro, en barbecho, y tienen que buscar la semilla del futuro, de su futuro.
De Alemania, país del que un día formé parte y al que admiro en tantas cosas, me quedo con una frase que dijo la ministra de Cultura alemana cuando dimitió por haber sido descubierta plagiando textos en su tesis doctoral: “Dimito porque primero está mi país, después mi partido y después yo”. Haciendo mía la frase, también puedo decir, y digo: “Para mí lo primero es mi país, su futuro. Después está mi partido, un partido de izquierdas del que formo parte desde la clandestinidad, y después estoy yo, en tercer lugar”. Por eso creo que en estos momentos no es cuestión de Monarquía o República, ya que lo que se ventila es nuestro futuro de una sociedad en paz.
