Cerezos en flor
Los cerezos del Valle del Jerte estaban deseando que llegara la primavera para sacudirse la capa de frío y lluvias con que los había envuelto este interminable invierno. Fieles a la cita de cada año, brotan rabiosos de belleza y lozanía para cubrir las tierras de esta comarca cacereña. Suele durar pocos días pero, como todo lo bueno, debe ser breve. Ya lo decía Gracián.
Cada año, por estas fechas, más o menos, la Naturaleza se muestra generosa con el Valle del Jerte, como si quisiera premiar a esta bella comarca, no sólo por el trabajo de sus pobladores, todo el año pendientes de los cerezos, sino por su humildad, ya que los jerteños no presumen de nada, a pesar de haber nacido en una de las tierras más bellas del mundo. Si esta riqueza cromática del cerezo en flor, que llena de magia el valle, estuviera ubicada en Cataluña, sin ir más lejos, estaría archiexplotado y harían de ello el principal reclamo turístico.
Quizá por esa humildad, los jerteños no lanzan alharacas, se conforman con el boca a boca ─que funciona─, con la promoción turística del gobierno extremeño y la programación de actividades en los días señeros. Tampoco convendría que esa belleza atrajera las miradas curiosas de turistas en masa que, cámara en ristre, arrasara la paz de esos lugares recatados, mutaría su idiosincrasia y aquel espectacular escenario se transformaría en algo comercializado, sin espacio para el sosiego y el asueto de las familias que acuden, desde diferentes lugares, atraídos por la llamada de los cerezos en flor.
No deberían dejar que esa belleza, envuelta en semilla de fiesta, se les fuera de las manos, con el pretexto de ingresar unos miles de euros más, en menoscabo de su peculiaridad: la sencillez rural de su entorno y sus gentes, la belleza natural del paisaje nevado por la flor del cerezo que recuerda a Japón, pero que, afortunadamente, podemos disfrutarlo en Extremadura, donde la confraternidad de once municipios conforma esta comarca y da fe de las características de sus gentes de la que, como extremeños, nos enorgullecemos.
Aunque en nuestra comarca apenas encontremos un cerezo en flor.
Rosa López Casero