Nuestras costumbres
Los pueblos de Extremadura hierven de actividad durante los meses de enero y febrero. De los 222 pueblos de la provincia de Cáceres y los 164 de la de Badajoz, muchos están en fiestas en este mes de febrero. Es como si tuvieran prisa por despojarse del caparazón inerte del invierno para despertar a la vida, como las mimosas que, con sus brotes en el segundo mes del año, son las primeras en anunciarnos que lo peor de la estación fría quedó atrás y se aproxima la primavera. Los que más lo estarán deseando serán los del Norte (Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco) que han presenciado, aterrados, como el mar destrozaba diques, edificios, barcos, engullía vidas, quizá de curiosos que arriesgaban más de la cuenta para lograr esa fotografía que luego colgarían en la red, pero vidas al fin y al cabo.
Hay quien prefiere el invierno. Yo no. Al igual que los lagartos, renazco con la primavera, el sol, los días largos y luminosos del verano, con esas tardes estivales casi eternas, y las noches al fresco contemplando un cielo cuajado de estrellas. Pero mientras ese tiempo llega, Extremadura no está muerta, se renueva cada año en las pasadas fiestas del Jarramplas y las Carantoñas, con la fiesta de las Candelas en numerosas localidades, entre las que sobresalen Almendralejo y Cáceres; las Purifícas de Monroy; San Blas en Moraleja, Cilleros, Riolobos, entre otras y los famosos Negritos en Montehermoso y, como colofón, los carnavales célebres de Navalmoral y Badajoz. Aunque, sin gozar de tanta fama, en cada pueblo los festejan y se divierten con don Carnal, las calles rumboreadas de gentes vestidas con trajes creados para la ocasión, algunos con material reciclado, alborozando a sus habitantes. Un anticipo más o menos activo de las fiestas ancestrales, algunas, son un guiño al pasado de nuestros pueblos para airear nuestras costumbres e idiosincrasia. Pueblos humildes y aislados, algunos, que se han refugiado en sus ancestros para transmitir a las generaciones futuras su manera de vivir, de divertirse, los ritos y creencias de sus antepasados. Es una herencia que debemos aceptar, conocer y aprender a valorar.
Rosa López Casero