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No maten a los artesanos

Lola Chamizo es una conocida de Torrejoncillo. Esta pacense, Técnico Especialista en Cerámica Artística y Diplomada en Magisterio, es una fuente de creatividad constante.

Lola prueba distintas técnicas que son la madre de sus obras personales, y tampoco le tiembla el pulso cuando le encargan algún proyecto de gran formato. Hace poco ha inaugurado un mural de de 20 metros de largo y dos de alto en Alhaurín de la Torre en Málaga; para los que paseen en Badajoz, pueden ver sus murales de azulejos en los que se representan momento clave de la historia de la capital pacense. Y como también tiene mucho de maestra, busca que en sus talleres se desarrolle la creatividad a través de la cerámica. Lola es una artista que valora, inestimablemente, el trabajo y la herencia recibida de los artesanos de tradición.

Pero artesano si echamos la vista atrás no era más, o era tanto, como un oficio que contribuía a satisfacer necesidades de las gentes. Los panaderos, los ebanistas, los teneros, los teleros, los zapateros, los pañeros…Torrejoncillo, ciñéndonos a las investigaciones de Antonio Alviz (las cuales pueden verse publicadas en la web del Consistorio local), a finales del siglo XVII superaba la cifra de los 3000 habitantes, un hecho que, pese a las diversas epidemias que asolaron la zona, hundía sus raíces en la prolífica actividad textil- incluso de la elaboración del paño viene el apelativo “pringones” para los torrejoncillanos A ello cabe añadir el trabajo del cuero y la zapatería, otro fuerte artesanal del pueblo, y no podemos obviar la tradición alfarera.

En esta época de “trabajos olvidados” ha sido todo un logro y riesgo la apuesta de aquellas familias torrejoncillanas que decidieron preservar la herencia artesana recibida. Hoy, estos artesanos tradicionales son los grandes adalides de la artesanía extremeña y, sobre todo, torrejoncillana.

El propio Diccionario de la Real Academia de la Lengua española dice de artesano que es la “persona que ejercita un arte u oficio meramente mecánico”, pero que el sentido más usado modernamente es para referirse a “quien hace por su cuenta objetos de uso doméstico imprimiéndoles un sello personal”. Efectivamente, la figura y percepción del artesano ha ido cambiando, desde aquel que elaboraba manualmente productos para la vida diaria hasta ser considerados como verdaderos artistas. Producen obras que son un molde, o reflejo, de su propia creatividad.

Lola Chamizo, nuestra amiga ceramista, se ha formado en una Escuela Especializada pero al preguntarle qué les deben los ceramistas de hoy a los alfareros de entonces responde que envidia la autosuficiencia de los maestros alfareros, que sean los responsables de todo el proceso productivo, sin intermediarios ni siquiera para obtener el barro que utilizan.

Hoy el Telediario de TVE recoge la siguiente noticia: “Miquel Pujol, un pastelero artesano, cierra para siempre las puertas de la tienda que regentaba en el centro de Palma de Mallorca, un establecimiento que vio la luz allá por el siglo XVI”. La pieza ha terminado con una coletilla poco alentadora: “un mundo que se desvanece”. ¿Se desvanece? Quizá hubiera debido matizar que se desvanece tal y como se conocía antes. Bien es cierto que ello depende en gran parte del valor que le reservemos a estos saberes de los maestros artesanos. En el siglo XXI, el éxito de los llamados “trabajos olvidados” necesita adaptarse a los tiempos actuales. No exclusivamente en términos tecnológicos sino adaptar el producto a nuevos usuarios y promocionar las artes tradicionales dentro de las nuevas generaciones.

Anidando valores con la tierra, como ejemplo de reinvención de los oficios artesanos, es un proyecto impulsado por el Espacio de Creación Joven de Montijo (Badajoz). Dirigidos por Lola Chamizo, decenas de alumnos de instituto y otros jóvenes montijanos han puesto su granito de arena para recuperar u hacer suyos valores que, a su juicio, son el motor del giro de nuestro planeta. Este taller de un simbolismo excepcional y optimista (haciendo de parapeto contra este tiempo de pesimismo en el que se halla sumida nuestra sociedad por la crisis económica y el paro) se ha materializado en una escultura de un nido en forja, elaborado por el herrero local Vicente Gragera y en unos huevos de cerámica moldeados por el maestro alfarero torrejoncillano, Antonio Moreno. Anidando valores con la tierra, en su esencia, no solo ha contribuido a la expresión del compromiso de los participantes sino que también les ha brindado la oportunidad de observar esos valores que vienen tallados en las formas de trabajo que los artesanos han ido heredando de padres a hijos. Unos valores que no deben olvidarse; otra cosa es que puedan reciclarse.

*Véase el proceso de elaboración de Anidando Valores con la Tierra en el enlace: http://lolachamizo.wix.com/lolachamizo#!__anidando-valores-con-la-tierra

Judith Santano

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