El «medallón» que te conecta a la vida
A veces, se le olvida tener a mano el teléfono móvil. Eso sí, Manuela González, de 79 años, siempre lleva ‘el aparatín’ o ‘medallón’. En estos términos se refieren los usuarios del sistema de teleasistencia al pulsador de emergencia que establece, a través de una unidad de emergencia, una comunicación inmediata con el centro de atención de Cruz Roja, activo durante las 24 horas del día y los 365 días del año. Si no lo tuviera, asegura Manuela, no viviría tan tranquila. Viuda desde hace trece años y sin hijos, cuenta con la ayuda de dos sobrinas, aunque sólo una, Manoli, vive en el mismo municipio que ella, Torrejoncillo. Que cuando descuelgue el teléfono de su casa, al otro lado un trabajador del centro de atención instalado en Badajoz pueda enviarle a alguien si tiene algún percance y que además, le felicite el cumpleaños, le dé las buenas noches o le desee felices fiestas, la hace feliz. Cuando falleció su marido Manuela se quedó en cuarenta kilos y apenas podía sostenerse en pie. Estuvo un año viviendo con su sobrina Manoli, pero al final se cansó de no dormir en su casa. «Me gusta estar en mi hogar. Me siento a ver la televisión y estoy a gusto», dice. Una vecina le dijo entonces que existía este servicio y lo solicitó. Ha colocado el equipo que telefonea automáticamente para pedir ayuda en el salón, justamente debajo de una fotografía de su boda y otras dos de la Virgen de la Inmaculada y San Sebastián, los patrones de Torrejoncillo. Su habitación está cerca, de manera que desde la cama puede comunicarse, si hiciera falta, con Cruz Roja.
Manuela es una de las más de 3.000 personas de la provincia que se benefician del servicio de teleasistencia de la Diputación, como Liboria Melchor y Quique Aragón, que también cuentan su historia a este diario. En los tres casos, no han tenido nunca que usar el aparato, aunque alguna vez han accionado el mecanismo por error. También en las tres historias, el efecto boca a boca ha sido el que ha generado la solicitud. «No sólo es para urgencias. En el centro tienen un historial del usuario y si necesitan que se le recuerde que tienen que tomarse una pastilla, también se hace», apunta Pilar Martín, diputada del Servicio de Teleasistencia.
El sistema es sencillo. Cuando el usuario tiene algún tipo de incidente, por ejemplo, una caída, pulsa el aparato, que normalmente llevan atado a un cordón a modo de colgante. Desde el centro de atención de la Cruz Roja en Badajoz, donde siempre están atentas casi una decena de personas, se activa la emergencia. «No se preocupe. La unidad de alarma está llamando», se escucha desde el equipo que va conectado a la línea telefónica y que se activa con el pulsador automáticamente. «Buenas tardes.
¿Necesita algo? ¿Se encuentra bien?», dice una de las trabajadoras del centro de atención. Inmediatamente, se movilizan los recursos más cercanos. Allí conocen todos los datos necesarios: referencias de números de teléfonos, personas que tienen las llaves de la casa de la persona que necesita ayuda o un listado de los profesionales y voluntarios que hay en la ciudad. Acompañar a un mayor hasta el centro de salud, ayudarle a bajar unas escaleras o levantarle tras una caída son tan sólo algunos ejemplos.
La barrera económica que no hay que superar para obtener el servicio de manera gratuita es confidencial, aunque desde la Diputación se precisa que la mayoría de personas que lo solicitan resultan beneficiarios. El perfil general de la persona que solicita la teleasistencia es la de una mujer de 65 años que vive sola y que tiene dependencia. No obstante, esto no significa que el servicio sea sólo para mayores, ya que también atiende como usuarios preferentes a aquellos que tienen algún tipo de discapacidad.
Es el caso de Enrique Aragón, ‘Quique’, que vive en el barrio conocido como ‘las 120 viviendas’, en Coria. Tiene 45 años, se mueve en silla de ruedas y tiene dificultades en el habla. Su madre, Juliana Corchero, decidió solicitar el servicio de teleasistencia tras fallecer su marido. Quique es el mayor de cuatro hermanos. Dos de ellos, José Antonio y Luis Miguel, viven en Coria, y María Paz, la única hija y melliza de Luis Miguel, en Mérida. Tiene cuatro sobrinos.
A Quique, que tiene el aparato de teleasistencia colocado en el pasillo de entrada, le gusta dibujar, escuchar la radio, el fútbol (seguidor del Coria y culé apasionado) y le aburre la televisión. Dice que le entra sueño, que no le entretiene, y que a él lo que le gusta es salir a la calle y hablar con la gente. Asegura su madre que todo Coria le conoce y de hecho, cada tarde suben juntos a la cafetería Burbujas a tomar un café y hablar con sus convecinos. «Con este sistema, yo me voy tranquila. De hecho, hoy mismo me he ido con las amigas al mercadillo y tenía un gran respiro. A él le gusta que salga de casa, que disfrute», cuenta su madre.
83 aparatos en Coria
También en Coria, en el conocido antiguamente como el barrio de la Sera, en pleno centro cerca de la Casa de Cultura, hay otra usuaria del servicio de teleasistencia de la Diputación. En la ciudad, de hecho, hay distribuidos 83 aparatos. Su nombre es Liboria Monteja, aunque todo el mundo la conoce como Goya. Está viuda, tiene 78 años, tres hijos (Dioni, de 52 años; Felipe, de 47, y José Manuel, de 36) y tres nietos. En este sentido, no puede evitar emocionarse al recordar que justamente el pasado 25 de enero, cumplió diez años del fallecimiento de su marido.
Tiene el salón de su casa repleto de fotografías enmarcadas. Ella con su hijo Felipe, la boda de su hijo José Manuel, su sobrina. «Me aporta tranquilidad porque si no lo tuviera, estaría acobardada», reconoce. Asegura que no le falta atención porque, entre el servicio y sus hijos, está más que contenta. «Soy la madre más feliz del mundo», declara. Todos los días después de comer sale a dar un paseo aunque ahora, con el frío, se queda más en casa al calor del brasero. «Me llaman varias veces al mes para preguntar qué tal estoy. Y además en otras fechas, como por ejemplo la patrona de Virgen de Argeme, el Cristo de la Salud y la Veracruz. Me llaman y me felicitan el día», cuenta.
Hay muchos tipos de teleasistencia y en este caso, la Diputación a través de un convenio con el IMSERSO y la Federación española de Municipios y Provincias, apuesta por llevar los aparatos a ciudades que no sobrepasen los 20.000 habitantes. Acebo, Cilleros, Hoyos, Portaje, Eljas o Cachorilla son algunos de los municipios donde . El mismo servicio se puede obtener de manera privada, de modo que quien lo solicita pagan al mes una cuota de unos 30 euros. Juan Carlos Serrano, técnico de la zona de la Sierra de Gata, es el encargado de instalar, desinstalar y arreglar los aparatos. «Normalmente la retirada del servicio responde a razones del tipo traslado a casa de familiares, a una residencia o retiradas temporales porque se marchan algunos meses. Alguno te llama más la atención, por ejemplo, una ocasión en la que desinstalé el aparato porque al usuario no le gustaba un cable que quedaba a la vista», relata.
«Es fabuloso porque mejora la calidad de vida de estas personas y de sus familiares. Resta temores e incertidumbre y añade autoestima y seguridad», explica la diputada Pilar Martín. De las 3.002 unidades de teleasistencia asignados desde el comienzo del programa, el 85% han sido destinados a mujeres. «La mujer es más decidida a acudir al asistente y confesar su temor por estar sola», analiza. Durante 2011 se entregaron 717 terminales y según la Diputación, no hay lista de espera.
Fuente: Diario Hoy
