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BELEN BAÑAS

Antropóloga

Su padre es natural de Cheles y su madre, de Torrejoncillo. Es especialista en Oriente. Opina sobre la región, la crisis y la vida
«Si la renta per cápita dependiera de la calidad de vida, la renta extremeña sería muy alta»
«El verdadero descubridor del Estrecho de Magallanes fue un extremeño de Alcántara: Fernando de Bustamante»
Los antepasados de Belén Bañas Llanos se dedicaron a los telares de lana en Torrejoncillo desde el año 1645. Su bisabuela fue una de las primeras personas que tiñó la lana en Extremadura. Las turbinas donde lavaban la lana, que hoy se llaman las Aceñas del Duque porque se las compraron al Duque de Alba en el siglo XIX, fueron convertidas por su familia en una de las primeras hidroeléctricas de Extremadura. Su padre era de Cheles, fue veterinario titular de Torrejoncillo varios años y allí conoció a su madre. Son tres hermanos. La pequeña es médico hematóloga en un hospital extremeño y el hermano es el boticario de Acehúche.
-¿Qué vivencias de esa infancia pudieron influir en su vocación?
-Yo soy de Portaje de corazón. Soy muy rural, de ir descalza a la charca, a coger las gallinas. Mi padre también era veterinario allí. Desde chiquitita he sido muy habladora. Me sentaba con las viejas. Me regalaron una sillita de enea con un sombrero. Hacía queso en Portaje. Mi madre decía que parecía una señora mayor. Me gustaban aquellas conversaciones. Era lo que me divertía. Ahora sigo hablando mucho con los viejos.
-¿Dónde estudia el Bachillerato?
-En las carmelitas, primero en Villafranca de los Barros y luego en Cáceres, interna. Hago COU en los franciscanos. No estudiaba nada, pero me lo pasaba muy bien. He estudiado más después, cuando me voy a la Complutense a hacer Antropología Americana. Fue un vuelco tan absoluto que fui becada para el Plan Nacional de Investigación.
-¿Acaba y qué caminos se abren ante usted?
-El catedrático de Paleografía, que era director de un centro del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas), me dijo que me quería contratar como paleógrafa. Me puso a transcribir un texto inédito del siglo XVII sobre las Molucas que estaba en la Biblioteca Nacional y lo había escrito el cronista Fernández del Pulgar. Yo no sabía casi nada de Oriente, pero durante ese trabajo empiezo a conocerlo. Las Molucas fueron españolas en el siglo XVI durante una decena de años, luego pasaron a Holanda y ahora son de Indonesia.
-¿Y viaja a Filipinas?
-Trabajo durante cuatro años en el CSIC sobre las expediciones científicas. Investigo la expedición científica a Filipinas de Juan de Cuéllar. Encontré la flora inédita del siglo XVIII de Juan de Cuéllar. Era la primera flora filipina del mundo. Con plantas que han desaparecido, con láminas pintadas por nativos tagalos con pigmentos naturales en la época de Carlos III. Tuve mucha suerte: una mera becaria del ministerio, de pronto salía en el Telediario con este hallazgo. Esto me facilita mucho la vida. Me voy a Filipinas a investigar la historia de la flora. Después trabajo sobre la expedición de Malaspina en Filipinas. Esta es la primera expedición multidisciplinar española alrededor del mundo. Se hace en 1789-1794. En mis viajes entro en contacto con el director del Archivo Nacional de Filipinas y me pide que haga un proyecto para la recuperación de 11 millones de documentos de la época colonial sin catalogar ni clasificar.
-¿Realiza finalmente ese proyecto?
– Al regresar a España, quiero ver al secretario de estado de Universidades e Investigación, Elías Fereres, que es ahora catedrático de Córdoba. Para acceder a él, llamo por la noche al ministerio. Quien me atiende dice ser el bedel y me pide que le cuente lo que deseo para que le pase una nota al secretario de estado. Yo lo hago y al rato, me interrumpe, me confiesa que es el propio Elías Fereres y me cita al día siguiente. Le presento la propuesta de los filipinos. Ese era el patrimonio español en Asia. Me fui con 30 millones de pesetas. Formé en Filipinas a los investigadores y empecé a recuperar los 11 millones de documentos en 34.000 legajos.
-Investiga usted la vuelta al mundo de un extremeño al servicio de Carlos V. ¿Qué descubre?
-A Fernando de Bustamante, de Alcántara. Le sigo la pista durante unos 11 años. Es él quien descubre de verdad el Estrecho de Magallanes. Luego se atribuye el nombre el jefe de la expedición. Cómo no sería Bustamante, que por aquellos hielos del Cabo de Hornos, gracias a un lebrel que él se lleva, recibe su calor y no muere. Es el primero que avista que hay agua al otro lado. Vuelve, lo cuenta y gracias a él, Magallanes se arriesga a meterse con las naves. Lo que pasa es que es un personaje desconocido en la historiografía extremeña. Luego dan la vuelta al mundo. De los 298 que van con Magallanes y comprueban la esfericidad de la tierra, solo regresan 18 y entre ellos, el extremeño. Al volver, el rey le da un escudo y 4.000 reales de vellón por el descubrimiento. Al cobrarlo, yo puedo aseverar que él es el primero que lo ve, si no, serían conjeturas.
-La canela en Filipinas. ¿Las especias eran como el petróleo o los diamantes hoy?
-Los descubrimientos geográficos del XVI se deben a la canela. La conservación de alimentos era a través de las especias. Ahora voy a terminar un libro sobre la pimienta negra que tiene más de 480 páginas. Las Molucas, que viene de Molok (cabeza) en malayo, son las islas que provocan todos los descubrimientos geográficos, incluido América. Colón fue a buscar las Molucas por la aplicación farmacológica de las especias. Un kilo de canela valía más que un kilo de oro. Los ricos podían acceder a ella para conservar sus alimentos. Felipe II empleaba el aceite de canela para mitigar sus dolores de úlcera.
-¿Había luchas y espionaje comercial?
-La pimienta negra se recogía en Molucas y, sobre todo, en Filipinas y tenía las mismas aplicaciones que la canela. Había espionaje sobre el tema. De hecho, Francia nos roba un plantón de pimienta de un barco en Manila, la siembra en la Isla de Francia, en el Pacífico. Es todo un éxito, empieza una gran producción y España se disgusta porque vendía la canela filipina en América y controlaba el mercado mundial. Luego ya tiene que competir con Holanda por la canela de las Molucas, que era de mejor calidad. Además, en Molucas era el único sitio del mundo donde se daba la nuez moscada, también para la medicina y como condimento.
-¿Por qué pierde España las Molucas?
-Porque tras una reunión en Elvas de las dos coronas, donde se dilucida la división del mundo, se llega a la conclusión de que las Molucas pertenecen a los portugueses. Pero España por una vez es lista y se las vende a los portugueses a pesar de que según el tratado son suyas, para dejar de pelearse con ellos en Oriente. Realmente es un empréstito. Podrían pasar a España trascurrido un tiempo, pero ya no volvemos a preocuparnos de las Molucas pensando que vamos a tener lo mismo en las Filipinas. Craso error porque Filipinas no tiene especias.
-Los Reyes de España visitan Filipinas estando usted allí. ¿Cómo lo recuerda?
-Fue en abril del 95. Era la primera vez que un rey de España pisaba aquella antigua colonia después de 333 años. Habían ido como príncipes. El ministerio de Exteriores me encargó preparar dos exposiciones para ellos. El regalo institucional de los Reyes al pueblo filipino fue la flora de Juan de Cuéllar en facsímil.
-En esas exposiciones recrea usted la vida en Filipinas en la etapa española. ¿Qué nos ha legado la isla después de 333 años siendo española?
-Las peleas de gallos pasan de Manila a Méjico y esa costumbre de jugar a los gallos (muy típica en Cáceres, donde aún hay una calle llamada Reñidero de Gallos), que se da mucho en España en el siglo XIX, viene de Filipinas a través de Méjico. Durante 250 años hubo una nao llamada Acapulco o de la China que hizo el recorrido entre Manila y Acapulco. Es la ruta más duradera de la historia de la navegación. En ese barco se cargaba la mercancía de Oriente, que luego se distribuía por América y llegaba a España. En la Concatedral y en el Museo de Cáceres, tienen crucifijos de marfil trabajados por los chinos residentes en Filipinas. Como los mantones de Manila, que no son de Manila. En Manila no había gusanos de seda. Eran mantones chinos. Manila fue una factoría fenicia. Se dedicaban al comercio básicamente. El barco era de la corona. El material chino (mantones, loza, crucifijos de marfil, etcétera), se almacenaba en Manila y se embarcaba en la nao. En Filipinas había un núcleo chino más importante que el núcleo español. Hacían las casas, se dedicaban a la carne, a trabajar el marfil. Los españoles no hubieran podido vivir sin ellos porque no estaban acostumbrados a trabajar a 40 grados y con una humedad del 99%.
-¿Por qué regresa a España y después, a Extremadura?
-Vuelvo con una beca de la Junta para investigadores extremeños que estaban en el extranjero. Era 1997-98. Fui la primera mujer que regresó con esta beca. Aquí empiezo a trabajar sobre extremeños en Oriente y a impartir docencia.
-¿Está contenta en la Uex?
-Estoy muy contenta porque hay mucha calidad de vida aquí. Si la renta per cápita dependiera de la calidad de vida, la renta extremeña sería muy alta. Es una universidad llevadera, no es macro, es micro. Controlas las variables, tienes una relación cercana con el alumno.
-A veces se dice que no tiene tanto prestigio como otras universidades.
-Pero eso lo arrastramos por la región, no por la universidad. Va anexo a Extremadura. Secularmente, las películas de Buñuel o ‘Los santos inocentes’ nos han hecho mucho daño y han creado un tópico. Aquí tenemos un centro de mínima invasión o un clínico de veterinaria que ya quisieran muchas universidades, nuestros alumnos de Medicina sacan los primeros números en las pruebas del MIR. Aquí hay gente tan buena como en cualquier parte.
-¿La región: su atraso en las estadísticas, los intangibles.?
-¿Cuánto vale el respirar aire puro, tener acceso a comida sin conservantes, a tu familia, tardar cinco minutos a la facultad, pasear por la dehesa.? Eso no tiene precio.
-¿Existe alguna marca antropológica de lo extremeño o eso es puro romanticismo?
-Existe una identidad específica condicionada por el medio, naturalmente. Esa identidad extremeña es muy curiosa: nuestra identidad es precisamente cuestionarnos nuestra identidad. Nuestra característica identitaria es negar nuestra identidad
-¿Cómo explica el caso de esos extremeños que se convierten en acérrimos nacionalistas vascos o catalanes?
-Cuando alguien emigra a un territorio y se siente rechazado, la segunda generación reafirma su nacionalismo para encontrarse identitariamente a sí mismo. Temen el rechazo del nacionalista de pro y ocultan que su abuelo era extremeño. Eso lo fuerzan de manera antinatural.
-¿Como antrópologa, qué opina de la crisis como instrumento para un cambio de mentalidad?
-Antes de la crisis teníamos demasiado. Para ser feliz no se necesita tanto. Corríamos demasiado, era un viaje a ninguna parte. Nos enseñan conocimientos, pero no nos enseñan a vivir y la crisis nos puede venir muy bien para situarnos en la realidad de la vida.

Publicado por el Diario Regional Hoy el día 7 de Marzo de 2010.

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