
EDUCACION VIAL DESDE EL ÁMBITO FAMILIAR
Siendo conscientes de que desde nuestro nacimiento se nos incorpora activamente en el ámbito vial, como pasajeros en automóviles; como peatones en la silla de paseo; etc., y de que esa inclusión en el complejo mundo de la circulación de vehículos y personas adquiere un peso específico verdaderamente importante para el resto de nuestra vida, ocupaciones y actividades (todos somos peatones al salir a comprar el pan o tirar la basura, conductores o pasajeros en alguna ocasión, en desplazamientos laborales y ociosos), estamos sometidos a la casuística accidental y posibilidades de riesgo, dependiendo en muchos casos nuestra propia vida y la de otras personas, de un porcentaje proporcional a la corrección vial que desarrollemos con nuestras conductas y cumplimiento normativo. Los comportamientos dependen en gran medida de la experiencia, propia u observada, sustentada en el aprendizaje teórico, y en el práctico. Cuanto más correctos sean ambos, más correctos serán la experiencia y los comportamientos conductuales (personales, viales, laborales, etc.), que además se medirán por su positivismo y éxito.
La Educación Vial impartida en los Colegios, no sirve de nada si el mensaje que los niños reciben no se refuerza en el hogar, mediante un esfuerzo de cumplimiento normativo en aquellos aspectos que realmente afectan a las garantías de mantenimiento de una seguridad vial adecuada. Uno de los problemas que se detectan generalmente, es la escasa formación vial asimilada que tenemos hasta que obtenemos algún tipo de permiso de conducir, lo que condiciona ostensiblemente una Educación Vial valorable, que será más óptima cuanto más amplia y correcta sea, tomando especial relevancia la base de conocimientos viales del ámbito familiar. Del mismo modo, es un hecho común que cuando no hay accidentalidad pronunciada, hay poca preocupación por tener conocimientos viales y en su defecto, aprenderlos. Pero, ¿qué ocurre con nuestros conocimientos viales si no optamos por obtener un permiso de conducir?. Si reflexionamos un poco sobre esta cuestión, veremos que en ausencia de conocimientos viales, y de obtención de un permiso de conducir, nos basamos en lo que vemos que hacen otros, pero, evidentemente, eso no quiere decir que sea correcto lo que hacen los demás, y en conclusión, lo que hacemos nosotros. Nos sometemos a una experiencia, que puede ser certera, pero también errónea, y, en este último caso, si no hay nadie que nos enseñe a corregir el fallo, seguiremos equivocándonos siempre, con la posibilidad de que en alguna ocasión, suframos daños inesperados.
Para ser conductores, pues, existen las autoescuelas, pero para ser peatones, pasajeros, conductores de bicicleta, o formadores de Educación Vial en el entorno familiar, no hay nada. Así, sin recursos formativos viales suficientes, la perspectiva individual del tráfico es distinta para quienes tienen conocimientos viales, con respecto a los que no los tienen, analizando clasificadamente los elementos integrados en la circulación, obligaciones, conocimiento de señalización y cumplimiento normativo, conductas, responsabilidad informativa y formadora en cada caso, etc. La Educación Vial adquiere así una razón de ser importantísima y fundamental. Será más fácil reforzarla cuando se tienen conocimientos viales correctos, que cuando no se tienen.
Los niños absorben conocimientos a un ritmo vertiginoso. Hasta que adquieren autonomía propia, su preocupación más acuciante es imitar los actos que ven a sus padres, en formas, palabras, respuestas, hechos, etc. Por tanto, en lo que respecta a los comportamientos viales de los adultos de su círculo más próximo, cuanto más correctos sean, más correcta será la imitación que el niño realice, lo que convertirá ese estímulo en una respuesta vial mecanizada y automática.
Debemos contribuir desde nuestros hogares con una Educación Vial que no contrarreste el valor de lo que aprenden en los colegios, para no crear conflictos individuales en la psicología y aprendizaje de los niños, compartiendo experiencias viales con ellos. A la vez que alentamos su conocimiento, aprendemos algo más, y generamos una Educación Vial potencialmente multiplicadora.
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Juan Vecino Manibardo.