CADA DÍA SON MENOS
No hace demasiado tiempo, leyendo el periódico tranquilamente, me llamó la atención un anuncio por palabras, que jamás pensé ver escrito y menos en un diario de tirada nacional, el anuncio decía así: ”SE NECESITA PASTOR PARA FINCA EN… ATENCIÓN DE GANADO OVINO, VIVIENDA INCLUIDA Y SUELDO DE… € MENSUALES”.
Rápidamente se me vino a la cabeza una imagen, que para mí es normal, porque la veo todas las tardes, cuando salgo con mi perro a dar una vuelta por el campo. La imagen de un pastor que conozco, vecino de mi pueblo, y por el que siento admiración cuando lo veo cómo pastorea las ovejas, con la inestimable ayuda de su perro Curro, y digo lo de admiración, por la sabiduría que normalmente tienen estas gentes que se mueven por el campo, la destreza con la que son capaces de mover tantas ovejas, y como con gestos concretos y silbidos, el perro entiende de forma matemática lo que mi amigo el pastor le ordena. Me quedé por un momento pensando si yo sería capaz de hacer eso, ¿Qué sucedería si tuviese que pastorear casi cien ovejas? ¿El perro me obedecería de la misma manera? Empecé a aterrizar y poner los pies en el suelo, seguro que no, bueno, seguro que se me escapaban, o se las comían los lobos (aunque esto es un decir, pues casi no quedan).
Pero no perdamos la hebra, volvamos a la figura de mi amigo el pastor, y de cómo se mueve por el campo. Bien temprano, de amanecida, con los primeros rayos del sol, él ya lo tiene todo preparado en la cerca donde tiene las ovejas, como no podía ser de otra forma su fiel perro Curro, atento, listo, mirando a su amo con ojos avispados y orejas tiesas. Cuando el pastor abre la cerca para que salga el ganado, Curro como una flecha está impartiendo sus peculiares órdenes, reuniendo a las ovejas para que salgan todas y no se quede ninguna atrás. Con el cierre de cerca, y la marcha lenta comienza la jornada.
En la espalda sigue llevando su morral, oscuro, intuyo que de cuero, y donde marchan a buen recaudo, todo lo necesario para una jornada en el campo. Pedazo de pan, queso, algo de embutido, y seguro, una pequeña tartera con algunas viandas que su mujer le dejó preparadas por la noche, si se me permite la licencia, creo que no faltará una bota para el buen vino. Mirando al horizonte, encarrila a las ovejas para que marchen por los caminos que las llevarán a los mejores pastos. ¿Cuántos kilómetros llevará mi amigo en sus pies? Pero tal vez lo que más admiro de mi amigo, es su profundo conocimiento del medio en el que se mueve, el campo. Da lo mismo primavera que invierno, verano que otoño, sólo tiene que mirar al cielo un instante, y el termómetro de su nariz, junto con el barómetro de sus ojos, son capaces de darle el mejor parte meteorológico y fiable, (bastante más exacto que los de Mariano Medina, en sus días en TVE) en más de una ocasión cuando le he visto recoger las ovejas a toda prisa, ya sabía lo que se venía encima, seguro, seguro…tormenta al canto, y así sucedía.
Pasear por el campo con él, es aprender de todo eso que sabían nuestros antepasados, y que hoy no tenemos ni idea, saber interpretar los datos que el entorno nos muestra. Cuando va andando, mira con atención cosas que a mí se me pasan, (lo que hace no saber) en más de una ocasión me invitó a coger cardillos, espárragos, setas y champiñones silvestres, trenzar el esparto para hacer pleita, (cuerda para hacer cestos, esportillas, alfombras,etc) distinguir qué rama es buena y de qué árbol para hacer una buena garrota…, qué agua se puede beber y de dónde…, cómo hacer la jornada calurosa de verano más llevadera en las horas más calientes…, cómo con una simple navaja bien afilada fabricarme unos magníficos cubiertos, para comer como los que él lleva en su morral, qué hacer cuando a una oveja le pasa esto o lo otro, qué hierbas se pueden comer y cuales no, cómo hacer para coger conejos, pájaros…etc, y como sólo con mirar a una cabra u oveja que esta preñada decirme: “esta tarde pare, al tiempo”, la ternura con la que coje al recién llegado, se lo pone a la madre para que lo dé de mamar, y podría describir tantas cosas, que no tendría espacio para relatarlo todo en un libro, en más de una ocasión, de forma socarrona me ha dicho:”en la ciudad mucho coche, mucho humo, todo deprisa, todo caro, no estáis bien de la salud, ¿pa qué coño queréis todo eso?” y la verdad sea dicha… tiene más razón que un santo.
En otras ocasiones me he sentido apabullado por la cantidad de cosas que enseña la universidad del campo, o la vida…como queramos llamarlo, porque mi amigo sólo tiene esos pocos estudios que el maestro de su pueblo, y como él dice, le pudo meter en la sesera, dura sesera; las cuatro reglas, leer, escribir y poco más, pues siendo chavalillo, le tocó marchar al campo con su padre, había que llevar el pan a casa, y toda mano siempre era buena…así fueron los tiempos de nuestros abuelos en nuestra tierra.
En una ocasión me enseño un bicho, no sé cual, pero tenía que ser muy malo, pues me dijo “es un alicante.. y si te pica un alicante…llama a un cura que te cante”.
Como final me tomo la licencia de contar una pequeña anécdota: En uno de esos días que me lo encontré al mediodía, justo antes de echar el bocado, me invitó a sentarme, me ofreció un pedazo de pan, un trozo de patatera, y rebuscando por el morral la navaja, sacó un teléfono móvil, me sorprendió la verdad sea dicha…y de broma le comenté que para qué quería él ese aparato, y ahí va la respuesta que me dió:
“Cuando parió mi Juana de primeras, yo estaba en el campo con el ganao, no vi al chaval más que por la noche un rato, cuando mi Juana cayó mala una vez, y la llevaron las vecinas al doctor, yo estaba en el campo con el ganao, en una ocasión me tronzé (rompí) un brazo, y marché to el día con él así, no podía dejar tan lejos el ganao a su suerte. Me até el brazo con el cinto y un palo y al doctor…ahora que ya los años me van pesando más, no me gustaría caer malo, o que me pase algo, y no poder avisar a mi Juana pa que vengan a ayudarme…
Pero lo más bueno de estos aparatos modernos es que puedo llamar a mi Juana cuando me siento un rato a descansar, o me siento solo, y poderle decir…Juana qué bonito está hoy el campo, que buena jornada me hace hoy el día…o lo que se me venga en ese momento, y si el día esta regular ella me llame pa decirme…abrígate bien que ya no eres mozo y sabes lo que te dijo el doctor de tus huesos”.
Antes cuando nos juntábamos varios con los rebaños, en ocasiones cuando la necesidad apretaba echábamos muchas jornadas en el campo, dormíamos en los chozos, teníamos que aviárnoslas pa que el ganado comiese y luego poder vender (cuando eras dueño del ganado), pero eso ya no pasa, el ganao se manda en camiones y listo, lo que yo y mis compañeros hacíamos en muchas jornadas, hoy se hace en un par de horas, el ganao no va por sus caninos, cordeles y vías, van como los pájaros metíos en jaulas y apretujaos en los camiones… esto no pué ser na bueno”…y bajando la voz como con pena continuó relatando:
“Ya ando solo por las vereas con mis ovejas, ya me aburro mucho, no hago caso a mis hijos que me dicen que lo deje, que ya no tengo necesidad, que quieto en casa con la Juana estoy mejor, y que no me dolerían las rodillas. Y que razón tienen, ellos ninguno ha querido seguirme, claro yo tampoco los he obligado, esto es mu sacrificao y no se saca la renta que ellos sacan en la oficina…que bien joías las hemos pasao su madre y yo, pa sacarlos palante”.
Su claridad, sinceridad, y aplomo que dan los muchos años de trabajo duro, me hicieron ver que un oficio tan antiguo como el pastoreo, poco a poco, y sin darnos cuenta se nos está escapando entre las manos, la mesta ya sólo está en los libros, no tiene ni hombres, ni nombres, animales, ovejas, chozos, ni pastos, y mucho menos pastores, y nuestros hijos lo ven como algo anecdótico, curioso si se me permite, en los libros o documentales, pero la verdad es aplastante, hoy está en los libros, ayer muchos de nuestros mayores se dejaron el pellejo en ella. Y nos puede parecer mentira pero en Asturias existe una escuela de pastores donde incluso dan título a los que cursan esta disciplina.
A MI AMIGO EL PASTOR
R. M. Media
