¿DEBATE?
Sobre una escenografía de estética claramente basada en los años ochenta -quizás de creación inconsciente por mantener todavía en la retina tiempos mejores en televisión- iba a tener lugar un acontecimiento cuyo éxito estaba apoyado en la publicidad que se había hecho de él, en las falsas expectativas montadas por el sector periodístico y sobre todo en los antecedentes de los debates entre José Mª Aznar y Felipe González.
Después de una breve introducción del moderador y presidente de la Academia de Televisión y hechas las presentaciones oportunas, los púgiles se apoderaron del cuadrilátero. Cada uno utilizó los golpes que mejor dominaba: política antiterrorista y mano dura con los inmigrantes uno y política social y creación de empleo otro se lanzaban al contrario cual derechazo y gancho de izquierdas. Ambos contendientes se mostraron como se habían mostrado en los últimos cuatro años. Mariano Rajoy Brey, agresivo como toda la bancada popular del Congreso y José Luis Rodríguez Zapatero haciendo gala del apelativo con el que se le conoce en los pasillos de la cámara baja. Bambi estuvo todo el rato a la defensiva, echando balones fuera.
Nada nuevo. El combate era una prolongación de lo ya visto. Lo esperado, por otra parte, si no fuera por el bombo que se había dado a este enfrentamiento desde los medios de comunicación. Imposible compararlo con los duelos entre los dos anteriores presidentes del gobierno. No trasmitían, no comunicaban, no convencían. Se enzarzaron en una serie de reproches mutuos sin ningún peso político que sólo servía para alentar a los seguidores de cada uno, para ratificar el voto de los fieles que no les fallan en ninguna cita electoral.
A medida que transcurría el debate se acababan las esperanzas de sacar algo positivo del mismo. Ni una propuesta seria y fundada de los candidatos. No se vieron ni por asomo las políticas que van a desarrollar cada uno, si ganan las elecciones, durante la próxima legislatura. Como Manuel Campo Vidal no tenía potestad para preguntar por lo constreñido de las normas impuestas para el debate, no podía decirles –supongo que no le faltaron ganas- “al grano, propongan algo”. Un fiasco.
De la última intervención del candidato del Partido Popular mejor no hablar porque se caen los palos del chozo de pensar en la talla política y en la consideración de los ciudadanos que tienen algunos políticos, aunque quiero creer que se la coló alguno de esos asesores que hacen las campañas de los movimientos populistas en Latinoamérica. Si don José Ortega y Gasset levantara la cabeza…
Y luego a recibir los agasajos de los palmeros de cada bando. A proclamar la victoria. Los dos ganaron y ninguno perdió, aunque el veredicto final tendremos el honor de dictarlo los electores en las urnas.