CARTA ABIERTA A LLUSEP LLUIS CAROD-ROVIRA

Querido don Llusep Lluis:

Se quedaría usted a gusto, hijo, con las contestaciones que les dio a aquel par de ciudadanos que osaron llamarle José Luis. Cuando vi que el señor Llamazares se negaba a condenar la dictadura castrista, creí que no se podía caer más bajo. Pero hete aquí que llegó Llusep Lluis y se hizo pis. Eso que usted hizo es jugar con ventaja, leñe, porque al que pregunta, el señor Lorenzo Milá no le da más que unos segundos para formular la cuestión, mientras que usted tiene todo el tiempo del mundo para recriminarles y ponerse como un energúmeno por un Llusep Lluis de menos o un José Luis de más. Para mí que usted fue a ese programa con el arcabuz cargado y el cuchillo entre los dientes, ya que su lema político parece ser tocar las narices en Madrid para ver si así arrebaña unos votos en Barcelona. Claro, que tuvo usted suerte, porque si se topa con algún celtíbero castizo y de mala leche podría haberse encontrado con una respuesta del tipo “Abre la boca a modo, rascatripas, que te vas a tragar lo que has dicho, en catalán y en castellano”.

Sabrá usted, don Llusep Lluis, que don José Ortega y Gasset, filósofo primero de España y quinto de Alemania, decía que en aquel parlamento de la Segunda República, en el que él se sentó, había tres clases de diputados: tenores, jabalíes y payasos. Como no tengo la osadía de intentar establecer un escrutinio mejor que el del gran Ortega, me puse a pensar un poco y hallé que no teniendo usted voz de tenor, sino más bien de gallina clueca, no encontrándole colmillos de jabalí y observando su afición desmesurada al histrionismo, a las bufonadas y a las salidas de pata de banco, la clasificación estaba chupada: No sólo payaso, sino payaso sobradamente acreditado. Pero viéndole el otro día “jozar”, que dicen en mi tierra, como los cochinos jabalíes, me hallo envuelto en la duda, en “un mar de dudas”, que decían los retóricos de la posguerra, dándole vueltas al asunto y mirándolo así del derecho como del revés, para tratar de averiguar si es usted más payaso que jabalí, más jabalí que payaso, o si participa por igual de ambas condiciones, cosa que le ocurre a una gran parte de nuestra clase política.

Y es que, señor payaso-jabalí, a mí me parece muy bien que usted se llame como le salga del rábano, y que exija que se le llame así. Como ve, si usted quiere llamarse Llusep Lluis, yo le llamo Llusep Lluis y santas pascuas, pero podrían ustedes aplicarse el cuento. Tienen ustedes varias plazas y calles en Cataluña con nombres del tipo “Joan Carles I” cuando el rey, que yo sepa, se llama Juan Carlos aquí y en Vladivostok. No parece muy justo que ustedes esperen de los demás el trato que ustedes se niegan a administrar a los castellanoparlantes de Cataluña. En esto, como en tantas cosas, ustedes los nacionalistas se muestran bastante fariseos. Podría contarle una historia, quizá apócrifa, del 23F. Cuentan que el presidente de la Generalidad, don Jordi Pujol, llamó a Su Majestad para enterarse de cómo iba aquel bochinche. El rey le tranquilizó “Jordi, está todo bajo control”, a lo que don Jordi respondió “Majestad, llámeme Jorge”. Del mismo modo, cuando el Liceo se incendió, el señor Pujol se apresuró a solicitar la solidaridad de los españoles ante la desgracia, pero lo hizo en castellano. Ustedes son nacionalistas, pero para lo que les interesa.

Pero además, no contento con el bochornoso espectáculo que nos hizo presenciar, al día siguiente excreta usted unas declaraciones en las que dice que lo que le molesta no es que le llamaran José Luis, sino que lo que querían era “joder”. Hombre, don Llusep Lluis, no voy yo a quitarle la razón y a decirle que el joven y la señora con los que usted se enzarzó no quisieran joder, pues la jodienda es natural apetencia y humana necesidad, y las ganas de joder denotan buena salud tanto física como mental. Además, que ya sabrá usted que don Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, decía, citando la autoridad de Aristóteles, que el hombre sólo por dos cosas trabaja: “por haber manutención y por hacer ayuntamiento con hembra placentera”. Pero me da a mí en la nariz que si ansiaban joder no sería usted precisamente el beneficiario de tales deseos, porque, a qué negarlo y no es por desmerecer, tampoco es que sea usted la bella Otero, ni tiene usted los ojos de Liz Taylor, ni el tipazo de Sarita Montiel cuando todavía estaba brava, ni las piernas de Norma Duval, ni las… bueno, por no tener no tiene usted ni pinta de ser de izquierdas. Luce usted unas cocochas considerables y semeja más bien un canónigo beneficiado, un sochantre orondo, un angelote de Murillo en régimen de sobrealimentación. Vamos, que creo yo que se pone usted a cantar “la Internacional” y lo que le sale es el himno de las Congregaciones Marianas. Ya sé que estas cosas del deseo tienen sus intríngulis y sus misterios. Quizá sean esas gafitas de universitario modelo, o esos cuatro pelos mal peinados, o esos morretes que pone usted para decir “Visca Catalunya lliure”, o ese bigotito recogemigas y marxista (marxista de Groucho, claro) lo que provoca en sus interlocutores ese subidón de lívido, esa necesidad de fornicio salvaje y desenfrenado. Como decía aquél, cosas veredes.


Pero, al cabo, lo que yo quería decirle, don Llusep Lluis, y llevo ya folio y medio enredándome en vacuidades, es que podría usted dejar de tocarnos la mariana y de ir a programas de televisión a hacer el ganso, porque, francamente, en todo lo que dijo en su intervención no había nada que no fuera apilar baladronadas y necedades, que tampoco es que haya usted descubierto la pólvora, podría, digo, y estoy seguro de que muchos catalanes se lo agradecerían, dedicarse a trabajar un poquito en su vicepresidencia de la Generalidad a ver si soluciona algún problema. Y es que desde que llegó el gobierno nacionalsocialista a Cataluña allí no suceden más que desgracias. Cuando no se hunde el Carmelo se escachifollan los transportes, cuando no es el apagón es el atasco, cuando no son los aeropuertos son los trenes, unas cosas funcionan de higos a peras, otras de uvas a brevas y ustedes no dan una a derechas ni a la de tres. Ya sé que ustedes se consuelan mayormente echando balones fuera, pero alguna responsabilidad tendrán, pijo. Pues céntrese en eso, mi señor jabalí-payaso o payaso-jabalí, y déjenos tranquilos a los demás españolitos, que empezamos ya a estar cansados de estrambotes como usted. Así sea.
JONÁS F. LEÓN

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