Estrella de Oriente
Hoy fue noche de reyes,(…) y en mi pueblo todos salieron a emborracharse después de llenarse los paraguas de caramelos con la cabalgata de tractores. Hoy fue noche de reyes y cené melancolía con mi madre y mi hermano, juntitos al abrigo del brasero, procurando no mirarnos en exceso para obviar el recuerdo postrero de pasillos empapelados y zapatitos en la chimenea. Hoy me mordí la lengua ante el mundo que sonríe, salí a la calle y disfruté en los ojos de los enanos, porque sigo cumpliendo años y el niño no crece más allá de mi pecho, henchido ante el nerviosismo de irse a la cama (…).
La magia que guardaban mis ojos cuando huían del sueño esperando observar por el resquicio de puerta el manto azul de Baltasar acomodándole el barreño que dejé lleno de agua a su camello, podrido de kilómetros desde un desierto resplandeciente iluminado por una ingrávida estrella fugaz de oriente.
Hoy fue noche de reyes y no abogué por la tristeza que suscita la añoranza, simplemente obvié la marca en el calendario otorgándole su monótona categoría de martes, con su haz de viento y plástico arremolinando las callejuelas. Reparé en la frivolidad del presente, en su devenir de calles atestadas de manos derramando billetes en el mostrador de las perfumerías, como la felicidad embarrada y grisácea del christmas de un preso. Fue la búsqueda frustrada de mis raíces en propiedad, el paseo que hice ayer tarde por los parques a los que ya no acuden mis amigos, por los rincones que para mí siguen desbordando magia sin resignarme a su abandono en forma de carritos y mujeres que hace años ya me cercenaron la alegría.
Hoy fue noche de reyes, aún suscita nerviosismo el sueño de los niños que restan las horas por despertar. Niños que como yo jugábamos en campos de amapolas y trigo, sin mirarle el pedigrí a los renos de papá Noel. Jugábamos entre faldones de camilla sirviendo copitas de anís para colmar la sed de sus majestades, ahí, bajo el río de papel Albal y los lentiscos del portal, justo a la derecha de un árbol saturado de luces intermitentes, ahí me dejaba yo la vida, ahí temía yo el carbón; ahí dejaba yo mi carta y amanecía plagada de regalos, siempre todos los que había pedido, sin excepción, a la verita del barreño azul con agüita para los camellos.
Hoy fue noche de reyes y envidio con nostalgia un pasado que hace demasiado poco me huyó de lejos. Pero conservo de por vida el tacto de la puerta de mi cuarto al despertar, con el corazón restallante al saltar de la cama; pegando el ojo al picaporte por miedo a pillarlos… A veces, sólo a veces; el ser humano es maravilloso…»
M. Vivas
Literatura encantadora y llena de recuerdos