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El tesoro de La Puebla

El tesoro de La Puebla

GuadalupeEn Extremadura podemos presumir de pueblos, unos singulares, otros entrañables y algunos, espectaculares. Hay en concreto uno que es la cuna de la cultura de Extremadura. Me refiero a la Puebla de Guadalupe, declarado, por su singularidad universal, Patrimonio de la Humanidad hace veinte años, en 1993, aunque el año en curso no ha habido ningún acto que lo recuerde.

Es pintoresco, artesano, ascético, acogedor, con un gran pasado histórico.

El turista que se acerca a Guadalupe vuelve con los ojos impregnados del arte contemplado en obras de Zurbarán, Rembrant, Goya, del tesoro de la Virgen, la arquitectura del santuario y, en las manos, algún objeto de cobre y un rosco de muégado, y con los pulmones henchidos del aire de la sierra de las Villluercas, subyugado por la belleza del paisaje de sus alrededores.

La Puebla puede presumir de tradición humanista y musical, amén de su monasterio que comenzó a construirse por orden de Alfonso XI en el siglo XIV, hasta alcanzar las magnas proporciones de hoy día. El monasterio ayudó económicamente a la conquista de Granada y a la aventura americana.

Pocos pueblos de Extremadura pueden presumir de albergar documentos importantísimos y de haber sido testigo de la estancia de reyes (Isabel la Católica estuvo cuando menos 22 veces, contrastado en libros, seguramente porque en algunas no se quedó muchos días, porque iba a Andalucía a la guerra con el moro), y a la Puebla acudían los príncipes para recibir su educación. Otros grandes visitantes históricos fueron: Cervantes, Santa Teresa, San Pedro de Alcántara y cientos de santos y grandes capitanes españoles, y hasta el papa de Roma.

En la pila de la plaza Mayor se bautizaron los primeros indios que trajo Colón del Nuevo Mundo, a los que pusieron por nombre Cristóbal y Pedro.

La devoción a la Virgen de Guadalupe ha traspasado fronteras de la mano de nuestros conquistadores, que dieron nombre a numerosos lugares del continente americano y entronizaron la devoción a la Morenita, proclamada por el cardenal Segura, en nombre del Papa y en presencia de Alfonso XIII, Reina de la Hispanidad y Patrona de Extremadura en la coronación de 1928, por su relación con América, o sea que esta imagen es la Reina de la Hispanidad que se atribuye Zaragoza.
Por algo se celebra allí cada 8 de septiembre el Día de Extremadura. Y por algo Toledo no lo suelta, a pesar del clamor de asociaciones como Guadalupex y del sentir del pueblo extremeño.

Pese a todo lo que representa, significa y atesora, en historia, en cultura, en monumentalidad y en religión, Guadalupe está adormecida y lejos del puesto que debería tener en España y en el mundo, como tuvo durante siglos.
No sé si habrá algún extremeño que no conozca Guadalupe, debería ser obligatorio peregrinar allí al menos una vez en la vida, como los musulmanes a la Meca.

Rosa López Casero

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