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LA PUBLICIDAD DEL "YO"

A veces tendemos a dar demasiada importancia a las palabras y no tanta a las acciones. Sin embargo, ocurre que a veces nuestra vida, o más bien nuestro día a día, está basado en una expresión, en una palabra que repetimos una y otra vez en nuestra mente hasta que convertimos en realidad. Y lamentablemente, esa palabra hoy en día no la decimos nosotros, sino que nos la dice la televisión, más concretamente la publicidad. Esa palabra es “Yo”.

La publicidad manda sobre nosotros, eso no es nada nuevo. Pero ahora nos manda que seamos egoístas. Si nos quedamos mirando la televisión durante todo un bloque de anuncios (es muy cansado, pero a veces puede llegar a ser bastante instructivo, de verdad), observaremos que, en buena parte de ellos, se potencia de forma explícita (si no, casi siempre implícita) el amor propio llevado hasta el extremo de pensar únicamente en nosotros.

Es muy difícil ver en un anuncio a una persona que comparte, a una persona con familia (a no ser que sea un producto pensado para ésta, y muchas veces ni aún así), a una persona que piensa en los demás o que hace felices a los demás. Suelen verse personas que son felices única y exclusivamente por lo que tienen, que no quieren compartirlo, que presumen de lo nuevo y lo bueno que es lo que se han comprado, que quieren darse el capricho de su vida cueste lo que cueste, que quieren tener más tiempo para sí mismos, que quieren dar más rentabilidad a sus ahorros, que dan yogures con sustancias relajantes a sus niños para que no molesten. En fin, gente que “lo vale”.

Por eso no es raro escuchar consignas como “para la gente que sabe lo que quiere” (la verdad es que si lo saben, no tiene sentido que se lo digan en un anuncio), “porque tú lo vales” (parece que sólo van a comprar el champú las buenas personas), “piensa en ti mismo” (este mensaje ni siquiera se molestan en disimularlo), “no lo compartas” (obviamente, es la mejor manera de vender más), “presume de móvil” (lo que antes era una estupidez ahora es una realidad), “a mí me daban dos” (una mentira convertida en verdad por arte de magia publicitaria), etc.

No nos engañemos: la publicidad no es ni será nunca nuestra amiga, sino todo lo contrario: siempre intentará manipularnos, hacer que compremos algo que no necesitamos, que consumamos más de lo que debemos, que paguemos más de lo que vale y que ni siquiera compartamos lo que tenemos. La cultura del “Yo” está en su auge y nos esperan años difíciles para la generosidad y el altruismo (el capitalismo es lo que tiene). En fin, ¿qué podemos esperar de una sociedad en la que la palabra “ambicioso” ha pasado de ser un insulto a ser un cumplido?

Javier Chain

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