…Amigos de lo ajeno…
A menudo nos quejamos de nuestro pueblo, de nuestro entorno, de que si no tenemos nada, de que en lugar de ir creciendo, vamos para atrás como los cangrejos, opiniones que en ocasiones entiendo pero en otras, desde luego, no llego a compartir, y es que en gran parte de las ocasiones tenemos lo que nos merecemos. Con esto me refiero a que hay gente para todo y para hacer de todo.
Y es que a mi corto entender, considero que debemos respetar lo que tenemos, cuidarlo y sobre todo no causarle ningún mal o desperfecto.
Pues bien, en muchas ocasiones he defendido y defiendo la riqueza o “potencial turístico” que tenemos en nuestro término municipal, y es que es cierto, por muy increíble que nos pueda llegar a parecer. Una cosa es que tengamos recursos y otra es que no sepamos o queramos valorarlos y aprovecharnos de los mismos. Lo que sí está más que claro, es que si nos dedicamos a atentar contra ellos, probablemente nos quedemos sin nada, y luego encima nos quejemos para mas inri. Bueno, supongo que os preguntaréis a qué viene todo esto…
Pues viene, a que a diario suelo frecuentar los terrenos de la Dehesa Boyal ya que me encanta el sitio, su arboleda, sus vistas, el canto de los pajaritos y la remansa paz que me transmite, alterada alguna que otra vez, por el ruido de algún avión que sobrevuela el cielo buscando su destino.
Habitualmente suelo hacer una ruta circular pasando por el Torreón y la Casa del Vaquero, donde los recuerdos del pasado me invaden la mente y hacen transportarme a épocas pasadas.
Muy cerca del Torreón es frecuente encontrar una baliza caída en suelo por el ganado y que indica la existencia de un “monumento”, el Torreón…
Caminando hasta la Casa del Vaquero es frecuente encontrar decenas de guías de encinas que fueron puestas en la repoblación de encinas que se llevaron a cabo hace ya unos años y que aún a día de hoy se encuentran, unas impidiendo que los injertos que han prendido sigan extendiéndose, otras tantas, torcidas y tumbadas por el ganado que por allí pasta y, una gran mayoría sin nada, por allí caídas y abandonadas a su suerte. Y digo yo, ¿no sería mejor retirarlas y aprovechar las que se puedan para futuras repoblaciones antes de que se acaben estropeando?
Hasta aquí todo dentro de la «normalidad», pero sigo caminando y llego hasta la casa del vaquero que hasta hace unos días estaba entera, y… con entera, me refiero con todos sus elementos en un “perfecto estado”, hasta que el pasado miércoles, me acerco hasta la misma, dado que hacía ya una semana que no la visitaba y cual fue mi sorpresa, al darme cuenta de que una vieja puerta de chapa ha sido arrancada, sí, arrancada a pico y pala, supongo, y sustraída de su sitio, causando aparentes daños en la fachada de la casa.
Doy una vuelta a la vivienda y aprecio, que además de la puerta, faltan tres pequeñas ventanas también de chapa, que curiosamente, la semana pasada sí que estaban.
Y, digo yo, ¿quién puede haberse llevado unas viejas ventanas y una puerta? Soy yo, o ¿es que a nadie le preocupa lo que tenemos?
Estos amigos de lo ajeno deberían pensar un poco antes de meter la mano, y nunca mejor dicho, meter la mano, en propiedades o cosas que no son suyas, más que nada porque el perjuicio luego es para todos, o bueno, al menos para los que nos preocupamos y valoramos estas pequeñas cosas. Es que debemos aprender a valorar lo que tenemos, además de lo que ya perdimos…
Evidentemente, hay mucha gente a la cual no le importa el legado histórico y cultural que podamos dejar a nuevas generaciones.
Está claro que en los tiempos en los que nos ha tocado vivir podemos ver de todo, y claro está seguramente han quitado puertas y ventanas para venderlas a chatarra. Si como bien leéis, al igual que tapas de arquetas, incluso barandillas de pasos de agua, etc.. Estamos llegando a un punto donde no se respeta nada!!
A mi también me gusta mi pueblo y me gusta conservarlo y animarlo a que crezca económica y culturalmente. Pero así no avanzamos.
Buenos días:
Desgraciadamente hay muchos amigos de lo ajeno, y son tan brutos que no son capaces de pensar que ese daño se lo están haciendo a sí mismos y a sus futuras generaciones.
Me gusta mi pueblo, y como tú, Silvia, estoy harta de todas estas cosas, porque estos actos, no lo olvidemos, son un delito contra nuestro patrimonio cultural y alguien debería ponerles freno.
¿Nos hemos parado a pensar que herencia cultural vamos a dejarles a nuestros hijos y nietos?
Valorar estas pequeñas cosas, son las que nos hacen grandes y las que nos harán crecer como pueblo.
Gracias, Silvia.