
LA BELLEZA, CUESTIÓN DE PROPORCIONES
Hace dos días se anunció el cese de emisión de uno de los programas que han marcado una manera de hacer y de actuar en los últimos años en lo que a televisión se refiere. Un espacio televisivo, llamado de entretenimiento por unos y telebasura por otros, que consistía en disparar toda clase de improperios sobre cualquier personaje público que se pusiera a tiro. Si el individuo no se dejaba, se inventaban supuestas historias a su alrededor vendiéndolas como ciertas. Y si andaban escasos de material que colgar en torno a las personas que en otro momento se llamaron de sociedad, creaban sus propios personajes, lo que ahora conocemos como ‘frikis’, para poder seguir tirando de la cuerda en un futuro y si no, se nutrían con los participantes de los programas de tele-realidad de su propia cadena, lo que podemos considerar famosos de segunda fila.
Todo esto daba como resultado un insoportable pastiche de mal gusto que mantenía enganchada a la audiencia, no por sus contenidos, sino por su puesta en escena. En esto coinciden casi todos los críticos de televisión. La clave de su éxito y lo innovador de este programa, que nos abandonará dentro de pocos días, ha sido su formato, su manera de contar las cosas manteniendo alerta al espectador y tratando de crear unas expectativas sobre las historias que ponían en antena, ya fuesen éstas verdaderas o no, ya fuese el desenlace final interesante o no.
Las cifras de audiencia son los índices que determinan hoy en día la permanencia de los programas en la parrilla televisiva, pues los anunciantes pagan por sus cuñas publicitarias en función de los telespectadores que reúnan dichos programas. Por esto es por lo que “Aquí hay tomate” ha estado emitiéndose durante los últimos años a pesar de sus contenidos. Un escudo, el de la audiencia, que es el que sirve a cualquier directivo de televisión para defender un producto hiriente y ofensivo. Pero la cantidad de seguidores o partidarios no justifica lo indecoroso de este tipo de producciones, menos aún si se sobrepasa con cierta desmesura el límite del respeto a las personas. Debe haber un criterio objetivo por encima de las tendencias de masas.
Se dice que “para gustos se hicieron los colores” o que “sobre gustos no hay nada escrito”, pero también alguien dijo una vez: “Sobre gustos hay mucho escrito, pero se lee muy poco” y añado yo que los colores se combinan y se mezclan para conseguir tonalidades adecuadas en situaciones concretas, resultados óptimos según las circunstancias y no todos somos pintores.
Desde la antigua civilización helena se lleva escribiendo y debatiendo sobre el gusto, sobre el buen gusto que hay que enseñar a identificar, si se me permite, para aplicar a todos los ámbitos de la vida. La belleza, si adoptamos terminología más abstracta aún, no es algo que dependa de la convención de unos cuantos, sino que hay verdaderos tratadistas que han argumentado a lo largo de la historia la manera de conseguir las proporciones adecuadas para obtener los resultados más bellos. Por tanto, la belleza está en la proporción, aunque la desmesura pueda provocarnos ciertas sensaciones que nada tienen que ver con el gusto.
Y esto, que empezó siendo materia para el arte, es filosofía de vida y es extrapolable a cualquier aspecto del entorno cotidiano. Todo debe contener unos ingredientes idóneos cuyo resultado sea de buen gusto, sin que produzca ofensa a nadie. Y la televisión no puede quedarse fuera de este pensamiento.
Roberto C. García Donoso