Resiliencia
9 de marzo de 2017, un año después. Lo cantaba, resignado y lacónico, el pastor que apacentaba cabras y endecasílabos: “Tanto penar para morirse uno”. De forma más florida, pero igual de estremecedora, nos recordaba el culterano que ineluctablemente acabaremos convertidos “en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”. Alguna vez, ante la muerte de algún ser cercano, me he encontrado murmurando entre dientes estos versos funestos, que es una forma como otra cualquiera de deplorar que, bajo esta danza de soles y lunas, nos arrastremos sin otra certeza que la de saber que los ojos vacíos...
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