
HOMENAJE A MI ABUELA
El lunes día 13 de septiembre, murió mi abuela. Se llamaba Eulalia Gutiérrez Ramos y tenía 104 años. Ya se que el tema de la edad es sorprendente, pero quien la hubiera conocido, no ya en sus últimos años, sino antes, sabrían que su energía vital fue siempre tan acusada que el llegar tan lejos ha sido algo natural. Ella decía que tenía los papeles para el otro lado, pero que firmar, no firmaba. Y es verdad, no firmó, simplemente se quedó dormida y la muerte la pilló desprevenida. Estoy segura de que en el otro lado su marido, su hijo Santiago «el fontanero», y muchos a los que ganó en esta carrera vital le habrán dicho al verla: «Muchacha, lo que has tardado». Pero es que aquí estuvo ocupada haciendo su papel. Porque a pesar de ser una mujer sencilla, estaba llena de sorpresas: creativa, lógica, pensadora, moderna a su manera, razonable. En mis veranos estaba siempre el pueblo, el calor, la siesta, los gorrones de la calle (si, yo también tengo una edad), la sandía y el tomate, la mesa camilla, las noches a la fresca y haciendo tertulia. Y, siempre presente, mi abuela. Entre sol y sol de ganchillo, caían historias, dichos y sentencias que, aunque a veces eran discutibles, han marcado para siempre mi infancia, parte de mi juventud y han contribuido a modelar bastante...
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