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Referéndum escolar

Referéndum escolar

Torreoncillo Antonio AlvizFuertes vientos del este, no suaves brisas mediterráneas, zumban de forma constante en nuestros oídos. Repetidos días y días una y otra vez, y más, y más, y más. Vienen en ellos voces que claman soberanía, independencia, consulta, referéndum. Las mentes, al menos la mía, están saturadas. Quizás sea la asfixia mental producida por la continuidad de esa potente corriente eólica la que me ha sugerido el tema sobre el que escribir en esta ocasión y contar algo de otro referéndum más cercano, menos enquistado, radicalizado y secesionista.

Tuvo lugar aquí en Torrejoncillo un 27 de agosto de 1950. No era la primera vez que se consultaba al pueblo. Que yo recuerde, ya se había hecho en el siglo anterior y hasta de forma repetida en un mismo año. Concretamente en 1841, se pidió en tres ocasiones de forma oral la opinión del pueblo: una para prorrogar o no el contrato al médico D. Manuel Fuertes, otra para decidir si el municipio adquiría las fincas de Trabacuartos y Valbellido, en proceso de desamortización, y una tercera para ver si parecía bien permutar los terrenos concedidos a este pueblo en el término de Guijo de Coria por la finca de la Hinojosa, cuya propiedad correspondía, o se la atribuía, D. Cándido Osuna.

El tema del referéndum de 1950 tenía también su importancia. Se trataba de adquirir el edificio del Fomento, “edificio en calle de las Viñas número 1, que consta de planta baja y un piso, destinado antes a casino y vivienda, hoy a la fabricación de mantas de guatas con las instalaciones industriales necesarias para dicha manufactura. Tiene sótanos y corrales y cobertizos y todo mide una extensión superficial de dos mil seiscientos ochenta y tres metros cuadrados” La finalidad de la compra estaba muy clara: “se ha sacado la conclusión de que se trata de un edificio capaz, para una vez adaptado, de instalar en el mismo un número de ocho escuelas de las que recientemente han sido creadas en este pueblo, conteniendo además amplias dependencias posteriores y laterales muy convenientes a las necesidades de este vecindario, con establecimiento en las mismas de servicios municipales de interés vecinal”.

fomento

La necesidad de escuelas era a todas luces evidente. Los niños no cabían en las escuelas nacionales y todos los que en ellas no entraban eran acogidos en escuelas privadas particulares dirigidas por conocidas y carismáticas maestras, o en el Colegio regentado por las Hermanas Dominicas, pagando el Ayuntamiento a cada escuela una determinada cantidad por niño. Había comenzado el consistorio subvencionando en 1888 con trescientas pesetas anuales la célebre “escuela del tamboril” de D.ª Felisa Batuecas, con ¡90! parvulitos al son del instrumento, y continuaba haciéndolo en el decenio 1940-50 con el Colegio de las Dominicas y con las escuelas de D.ª Prudencia Batuecas, D.ª Ángela Serrano y D.ª Alejandra Sánchez. Y si la falta de escuelas saltaba a la vista, no hablemos de los locales donde instalarlas, o mejor, adaptarlas, problema no solucionado realmente hasta la inauguración del Grupo Escolar en 1981. Casi ayer.

Pero volvamos al Fomento. Era entonces propiedad de los hermanos D. Francisco, D.ª Melania y D. José Santos Moreno en virtud de la herencia de su difunta madre D.ª Teodora Moreno Corcho. De las treinta partes pro indivisas correspondían 16 al primero de los hermanos y siete a cada uno de los otros dos. El local había sido puesto a la venta al precio de 500.000 pts. El Ayuntamiento ofreció 400.000 y la propuesta fue aceptada por D. Francisco Santos, que actuaba como propietario en nombre suyo y el de sus hermanos.

Pero ¿de dónde sacar el dinero? No se vio otra opción que la de solicitar un préstamo al Banco de Crédito Local de España para poder costear la compra del edificio y la ejecución de las obras de adaptación ¿Y cuándo y cómo amortizarlo? Pues en veinte anualidades y recargando desde 1951 un 25% la cuota de contribución industrial y de comercio y “los arbitrios sobre el consumo de bebidas espirituosas y alcoholes, carnes, volatería, caza menor y la contribución de consumo” Antes de la solicitud del préstamo habría que realizar con el propietario, y así se hizo, un contrato de opción de compra por espacio de ocho meses, tiempo calculado para la llegada del dinero. Era agosto de 1950. Ostentaba la alcaldía D. Francisco Núñez Lázaro.

Como el asunto era de manifiesta importancia, ocho concejales presentaron el día 16 de ese mismo mes una moción pidiendo que la decisión aprobada fuese ratificada por el vecindario. La Corporación consideró la moción no sólo conveniente sino hasta necesaria y aprobó someter al referéndum voluntario del municipio el acuerdo tomado por sus ediles. Había prisa. Quedó convocado para el día 27. Pese a la urgencia, sí que hubo tiempo de realizar una campaña informativa difundiendo por el pueblo folios a imprenta donde se solicitaba el voto afirmativo a la propuesta:

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He aquí el resultado del plebiscito: Número de electores, 3136. Votantes, 1692. Votos favorables, 1553. Votos en contra, 105. Votos nulos, 34. La población en ese año era de 5448 habitantes de hecho y 5457 de derecho.

Como el resultado fue satisfactorio a pesar del 54% escaso de participación, se iniciaron rápidamente las gestiones para la concesión del crédito a través del Gobierno Civil de la provincia. En menos de un mes salieron para diferentes organismos de Cáceres o de Madrid todo tipo de de certificaciones, formularios y expedientes. El día 21 de septiembre fue remitida al Banco de Crédito Local la solicitud de 550.000 pts. “para la instalación de escuelas recientemente creadas y obras necesarias de adaptación”. Todo parecía ir de color de rosa pero una carta en diciembre del Director General de Administración Local enfrió un poco el ambiente al comunicar que lo del crédito estaba parado aunque había alguna posibilidad. Comenzaron las dudas.

Nuevos bríos cuando llegó desde el Banco la petición de una memoria económica, del proyecto técnico y del presupuesto de adaptación del local. Rápida elaboración de lo que faltaba por cumplimentar y envío, en febrero de 1951, de todo lo solicitado. El presupuesto de adaptación ascendía a 191.962,04 pts. (161.576,52 en movimiento de tierras, albañilería, carpintería, fontanería y pintura, y el resto en cuestiones técnicas).

Pero había recelos. Se observaba en el Banco un deseo de paralizar las gestiones. Rechazó el proyecto técnico por la insuficiencia del número de aseos y acusó a la Corporación Municipal de no tener tramitado ni aprobado el presupuesto extraordinario para la inversión del posible crédito, cosa totalmente incierta según certificaba la Delegación Provincial de Hacienda. Buscaba el Banco, y lo estaba consiguiendo, dilatar cuanto pudiese el proceso de concesión de lo solicitado. Por eso, el Ayuntamiento no tuvo más remedio que pedir a los dueños del Fomento una prórroga del contrato que con ellos había realizado sobre el derecho de opción de compra, petición que la familia Santos volvió a aceptar.

El tiempo transcurría salvando escollos y trabas oficiales hasta que en febrero de 1951 el Banco de Crédito Local dio casi la puntilla al asunto señalando que, analizada la situación económica del municipio, había que hacer a ella muchas observaciones porque no se desenvolvía con la normalidad indispensable “para soportar una nueva carga anual por intereses y amortización y, como consecuencia, nos vemos en el caso de comunicarles la imposibilidad de atender a sus deseos en estos momentos, siendo conveniente que dediquen su preferente atención a mejorar los resultados de la gestión económica municipal, como base previa para conseguir el préstamo de este Banco”.

Rápida contestación desde nuestro Consistorio basándose en la falsedad de tal afirmación y solicitando un mejor análisis de las cuentas municipales y la rectificación conveniente. La rectificación sólo se produjo a medias, pero a ella se añadió que “para resolver la petición han de esperar al resultado de la liquidación del presente ejercicio y los presupuestos que se elaboren para 1952”. El Ayuntamiento pudo comprobar que sus esfuerzos habían sido vanos y que, como dice el refrán, “por muchas vueltas que le dé el burro a la noria, como el pozo no tenga agua, no la saca”. Aún así intentó realizar la compra del local por mediación de la Alianza Agraria de san Isidro, pero tampoco pudo ser.

Todo terminó cuando el propietario comunicó que tenía necesidad de vender el Fomento, que se había cumplido el segundo plazo de la opción de compra y, por ello, pedía que finalizara el contrato entre ambas partes. El Ayuntamiento accedió: “…dada la circunstancia de que no existe seguridad total de que la entidad económica a la que este Ayuntamiento solicitó préstamo para tal atención pueda concederlo ya que lo determina así el hecho de la gran dilación temporal que lleva la resolución definitiva de este expediente… y siendo igualmente del conocimiento de la Corporación que tal dilación puede ocasionar al Sr. Santos Moreno hartos y cuantiosos perjuicios … acuerdan por unanimidad lamentar que la adquisición del edificio no haya podido realizarse y coronar posteriormente con ello la obra de dotar de local y medios educadores a esta niñez…”

No pudo ser. Una historia más sin final feliz, pero así fue. Al menos, así está escrito.

Antonio Alviz Serrano

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