INFORTUNIO DE EMILIO DE JUSTO EN SAN ISIDRO

11ª de Feria de San Isidro. Lleno.

Cuatro toros de Los Bayones y dos remiendos (3º y 4º) de José Luis Pereda. Desiguales aunque bien presentados. Destacaron 1º y 6º, manejables y nobles. El 2º, un gran toro, ovacionado. El 4º, de Pereda, fue bueno. El 3º complicado. El 5º descastado.

*Gabriel Picazo, de blanco y plata. Pinchazo perpendicular (saludos). En el cuarto, pinchazo, estocada perpendicular y descabello (ovación).

*Emilio de Justo, de blanco y oro. Doce pinchazos y tres descabellos. Tres avisos y se echa el toro (pitos). En el quinto, pinchazo, estocada y descabello (silencio).

*Israel Lancho, de plomo y oro. Pinchazo y metisaca (silencio). En el sexto, estocada (silencio).

Se guardó un minuto de silencio en memoria del 90º aniversario de la muerte de Joselito El Gallo. Picazo fue atendido de una «Herida incisa en el 2º dedo de la mano izquierda, con sección del tendón profundo. Que no le impide continuar la lidia».

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Un buen encierro de Los Bayones ha sido el protagonista del undécimo festejo de la Feria de San Isidro. Emilio de Justo y Gabriel Picazo lidiaron los mejores toros de la tarde pero no supieron aprovechar debidamente las condiciones de sus animales. El torrejoncillano escuchó los tres avisos frente al segundo toro de la tarde. Los ejemplares, con diferentes matices, resultaron buenos en líneas generales y ofrecieron muchas posibilidades a los toreros. No obstante, el peor lote de los sorteados le correspondió a Israel Lancho.

El segundo de corrida, muy ofensivo, tuvo serio cuajo. Levantado casi hasta el fin, engallado el porte, fue de los de pesar. No kilos: sino de venderse caro. De salida se vino al pecho de Emilio de Justo dos veces sin atender al engaño. El arranque fue en falso. Sería por algún mal manejo. El toro tuvo fijeza. Una punta marcada de fiereza latente.

No fue sencillo ni estarle ni andarle: tres desarmes durante la lidia. Pero era toro codicioso y no probón. Vino por abajo casi todas las veces. Imponía su postura y el ritmo seguro pero torrencial de sus repeticiones. No costaba tanto pegarle un primer muletazo como el segundo, y no tanto el segundo como el tercero. Cada embestida era un escalofrío. Emilio de Justo se sujetó bien. Los nervios, primero. Los pies también.

Faena de buena cabeza. Se dejó a deber la tanda que reventara al toro del todo, la que lo hiciera romper y entregarse. Muletazos templados en tandas de dos enganchados de verdad pero ya menor el compromiso en un tercero. Por tanto, trabajo de gran tensión, muy celebrado en sus momentos redondos: una serie con la izquierda.

Con el ambiente caliente, a Emilo le falló el arma que raramente le falla: la espada. En Madrid ha matado unos cuantos novillos y toros de estocadas soberbias. Y, sin embargo, se encogió el brazo en esta baza. Doce pinchazos, los doce arriba, pero sin empujar ni terminar de pasar. Fue desalentador, perdió la fe el torero de Cáceres. Un primer aviso antes de entrar a matar por primera vez; un segundo tras el sexto pinchazo; el tercero tras un tercer intento con el descabello.

El golpe de los tres avisos lo acusó Emilio en su segundo turno. De nuevo en escena un toro de Los Bayones, hondo, remangado y astifino pero no cornalón. De partida se le vino en acostones pero ya no más. Andarín, pero humillando en los viales, enganchó telas una vez y otra. No dio con el sitio el torero extremeño. Pero esta vez, al segundo viaje, agarró Emilio una impecable estocada por el hoyo de las agujas. La que, tres toros antes, le habría cambiado el signo de la feria. El cacereño confesaba al final del festejo: «Voy a pagar las consecuencias, estoy dolorido interiormente, cuando pasan estas cosas y más en Madrid, uno se siente mal, el final no conjugaba los movimientos y perdí los papeles para evitar que sonaran los tres avisos«.