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JUAN DÍAZ MUNICIO, FUNERARIO

He aquí un funerario rural que resiste las ofertas de compra de los grandes tanatorios y se queja de las mafias de la muerte.

Ayer pasó el afilador por Torrejoncillo y hoy ha muerto un joven. Así son las leyendas creíbles: la musiquilla del afilador anuncia en los pueblos extremeños que al día siguiente habrá deceso. Torrejoncillo ha pasado la noche acongojado. ¿A quién le tocará esta vez? Pero hay alguien que no se acongoja. Es Juan Díaz Municio, el funerario local.

-¿Le dan miedo los muertos?

-Pero si los pobrecillos no hacen nada. A veces, cuando muere un muchacho joven se te queda en las tripas, pero miedo, no.

-¿Por 100 euros. Cuántas maneras extremeñas de referirse a la muerte conoce? Un dos tres responda otra vez. Empiezo yo: Palmarla.

-Empaquetarla.
-Endiñarla.
-Estirar la pata.
-Ponerse el abrigo de tablas.
-Ya se conformó.
-Doblar la servilleta.
-Jincar el poleo.
-Machacar hormigas con el caletre.
-Hay fiambre.
-Quedarse lacio el rabo
-La espichó.

-12 respuestas acertadas a 100 euros cada una. ¿Con eso da para pagarse un entierro?

-Casi. Con 1.400 euros hago yo un entierro digno con caja redonda decente o egipcia como un sarcófago. Si es cuadrada es más barata. Más corona, ramo, sacerdote, misa, albañil en el cementerio y las esquelas que hago yo.

-¿Cómo se compite por un muerto?

-No tengo competencia, la gente viene aquí y ya está. A veces hay gente que quiere que le haga el entierro otra funeraria y utilizar mi velatorio. Pero hombre, cómo va usar usted mi casa si me ha quitado el muerto.

-¿La oferta funeraria en la comarca?

-Por la zona había el de Coria, el de Moraleja, el de Montehermoso. Ahora quedamos el de Montehermoso y nosotros. La funeraria de Coria y una de Moraleja las ha comprado la empresa fuerte de Cáceres. La misma que va comprando todas las de la provincia: la de Trujillo, la de Miajadas. Creo que también en Navalmoral.

-¿Y a usted no le compran?

-Yo resisto, aunque sí que me ha hecho ofertas la grande. Me decían que dejaban el precio de ahora unos meses y luego subirían 400 euros o así. Pero no vendo y no hay que achantarse.

-¿Achantarse de qué?

-Se portan mal los celadores de algunos hospitales con las funerarias modestas. No nos ayudan a cargar el muerto y desaniman a quienes quieren ayudarnos. A algunos celadores les dan zumo de muñeca y a veces he tenido que pedirle el nombre a un celador que se estaba riendo de mí. En el hospital de Badajoz dan menos la lata que en Cáceres, ponen menos cortapisas. En Cáceres hay lo suyo.

-Morirse en Torrejoncillo cuesta 1.400 euros. ¿Y en la capital de la comarca: en Coria?

-En los Santos es cuando se juega esto y se fijan los precios. Este año ya sabemos que en Coria cuesta 2.200 euros

-¿Y en Cáceres, Badajoz?

-Como en Coria.

-¿En Madrid o Barcelona?

-3.000 ó 4.000. En Madrid y Barcelona yo creo que se llega a las navajas por un muerto. Y en
Coria está complicadete porque estos grandes lo quieren todo para ellos. Pero muchos no se entierran en Madrid, se traen el muerto al pueblo en el utilitario. Lo echan en el asiento del copiloto, le abrochan el cinturón y para casa. Recuerdo un muchacho de Holguera que se murió en Madrid y se lo trajeron montado en un 4 latas. Un día me llamó un muchacho desde Madrid y me dijo que se moría su suegro. Yo le respondí que podían hacer tres cosas: dejar que se muriera y que los desangraran con 3.500 euros, otra, traerlo a morirse al pueblo y la última, traerlo ya muerto en el coche, bien tieso y enganchado en el asiento con el cinturón.

-¿Se lo trajeron vivo?

-No sé qué decirle. El caso es que se lo trajeron y yo lo enterré por 800 ó 900 euros.

¿Qué diferencias de precios y servicios hay entre un entierro de tercera y uno de lujo?

-Eso es una ‘payasá’. Lo que cambia un poco es la caja. El cura y los demás cobran lo mismo. Es que con las cajas meten unos paraguazos de narices, te meten 300 euros de más enseguida. Yo la más cara que tengo es de 1.400 euros o así.

-¿Cómo ha cambiado el mundo funerario desde que usted está en él?

-Antes, en Torrejoncillo, se daba dinero, se colocaban en la iglesia los varones en los bancos de la derecha y las hembras en los de la izquierda. En la cabecera se sentaban los dolientes. Delante de las dolientes mujeres se ponía un mantón negro en el suelo. Pasaban las mujeres y les echaban dinero en el paño o bien miraban a la doliente a la cara, ella extendía la mano, se le daba el dinero, ella lo cogía, miraba la cantidad y asentía. Eso se quitó porque los sacerdotes no llevaban participación en el mantón. Lo eliminaron porque decían que quitaba devoción. Ahora se hace aquí en el velatorio, se sientan las dolientes en una mesa camilla y por allí pasan las mujeres y echan el dinero en unas bolsas de plástico. Ha llegado a haber aquí en algunos velatorios hasta 3.000 euros.

-¿La gente está conforme con los velatorios o echa de menos la casa?

-Aquí ya no se entierra nadie en casa. A veces alguien me dice: «Mira, Juan, se ha muerto mi suegra y no nos llevamos con mi cuñada. No la dejes entrar en el velatorio». Pero yo no puedo hacer eso. Uno o dos entierros se me han ido por esa imbecilidad y los han hecho en casa. ¿Pero cómo no voy a dejar entrar a la cuñada?

-¿Qué diferencia su velatorio de otros?

-Que nos volcamos con la gente, les damos dulces por la noche con un cafetito, una tila. Por la mañana les damos el desayuno. Eso entra en los 210 euros que cobramos por la estancia en el velatorio, que están incluidos en los 1.400 euros. A veces, también damos de comer a los dolientes en el comedor de arriba. La traen de un cátering de Holguera a 8 euros por persona. Ahí no entramos ni salimos.

Antes había en Torrejoncillo unas mujeres.

-Antes había una mujer que anunciaba el muerto, tocaba las campanas, hablaba con el cura, arreglaba los papeles, iba al ayuntamiento. Eso era ‘andar a las patás’. Lo que hacían era recopilar el trabajo funerario. La última que ‘iba a las patás’ fue María Cachorra y también la Reyes. Siguen vivas, pero no actúan, incluso actuaron conmigo. Ellas venían a verme, yo les daba el catálogo de ataúdes, se lo llevaban a los dolientes y elegían. Hacían de intermediarias con la familia, que les daban una propinilla por ‘echar las patás’.

-¿En qué pueblos entierra usted?

-Llegaba a las Hurdes, hasta Las Mestas, pero para qué ir tan lejos si no tengo vicios. Dejé de hacer Las Hurdes. Ahora hago los pueblos más cercanos a Torrejoncillo.

-¿Le gastan bromas?

-Me han hecho algunas putadas. Una vez me llamaron para un accidente en el cruce de Portaje y luego para otro en Valverde del Fresno. Cuando llegué, me enteré de que no había nada y luego resultó que unos bromistas habían llamado por teléfono a todas las funerarias de la zona diciendo que eran la Guardia Civil o el forense de Coria y andábamos arriba y abajo, unos a Galisteo otros a Valverde. Nos la habían pegado.

-Cuénteme entierros raros.

-Raro, raro. Me llaman del centro de salud de Pinofranqueado porque se había muerto una señora, que me llevara una cruz, una corona y una caja. Me dijeron que la corona tenía que ser sintética porque la mujer no se había muerto aún, pero duraría poco. Llegué y no se había muerto todavía. El médico me decía que cómo iba a meter la caja en la casa, al lado de la señora viva. El caso es que estuvieron la caja y el velatorio montados 8 días hasta que se murió la buena señora. Otra vez me llamaron de Caminomorisco a las tres de la mañana: «Oye, que se ha muerto mi marido, ven para acá». Yo le dije a la esposa que no, que a las tres no hacía nada, que hasta las 8 no abría el ayuntamiento y no podría empezar a hacer los papeles. Me respondió que no, que fuera ya, que lo enterrábamos a las 11 de la mañana. Pero eso no podía ser porque se exigen 28 horas. Es que en Las Hurdes se hacían barbaridades, los enterraban a las pocas horas. El caso es que el entierro fue efectivamente a las 11 y luego me enteré de que había trasfondo en tanta prisa: es
que la mujer estaba liada con el hermano del muerto y por eso les estorbaba el gachó.

-¿Algún entierro simpático?

-Uno muy simpático fue en Cambroncino. Me avisaron de que en la plaza había un muerto en un bar, llego y el muerto estaba encima de unas cajas de cerveza y Cocacola, sobre un poncho de rayas amarillas de los que se llevan al campo y sobre el poncho y las cajas, el hombre todo tieso con el sombrero puesto. El bar estaba lleno. «Tome usted algo», me dijeron. Pero cómo iba a tomar nada si aquel hombre allí me había quitado el apetito. Y lo más gracioso es que una de las dolientes se quedó prendada de la cruz que llevé para el duelo y me dijo: «Me la tiene usted que prestar. Lo bien que quedaría en casa en Navidad». En Las Hurdes son muy buena gente.

-¿Se le ha muerto alguien en un velatorio?

-Hemos tenido algún infartillo.

-¿Sigue habiendo plañideras?

-No y sí, las hay que están todo el día metidas por aquí dando la lata, pero oficiales, no.

-¿Dónde compra los ataúdes?

-Hasta ahora casi todos los compraba en las dos zonas de España donde se hacen: en Ribadavia (Ourense) y en Játiva (Valencia), donde son más finos y están mejor acabados, pero los chinos se están metiendo y son más baratos. Claro que hay alguna caja china que la levantas y se quedan el fondo y el muerto en el suelo.

-¿En esto de los entierros hay pagos aplazados con entrada y cómodos plazos?

-No, no lo he visto nunca y a quienes da gusto verlos pagar es a los gitanos. Ellos sacan el fajo de billetes y taca taca. Son malos pagadores pero para esto de la muerte da gusto verlos y piden el mejor ataúd que tengas. Para ellos, cuanto más caro, mejor ataúd.

-¿Los bancos prestan para los entierros o hacen como con las hipotecas?

-No, no. Si acaso, se prestan entre las familias pero para eso no se pide dinero a los bancos. Aquí es barato: ¿quién no tiene 1.400 euros? El problema son los panteones de Torrejoncillo, que cuestan 600 euros, el doble que en Coria.

-¿Se nota la crisis en la muerte?

-La gente se muere igual. Cuando vienen los viajantes de ataúdes, me preguntan que cuántos habitantes tiene el pueblo. Yo les digo que 3.000 y ellos no lo dudan: «Pues 30 al año». Podrá bajar un poco o subir un poco, pero la media no falla: 10 por cada mil al año.

Entrevista publicada en el Diario Hoy
Día 06/12/2009
J.R.Alonso de la Torre.

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