FUNCIÓN DE NAVIDAD

Nunca había visto tanto pastor junto, y es que desde mis tiempos de escolar no había vuelto a asistir a una función navideña. Todo es nuevo para mí, las mamás orgullosas, los papás dispersos, los alumnos de infantil formando un rebaño de borreguillo, falditas rojas y cabezas coloridas y los mayores orgullosos de participar en la fiesta, yo tengo un dolor de cabeza tan grande como el salón de actos de la Casa de Cultura y una oveja modorra al lado que está histérica por salir al escenario, lo que me ha costado ponerle derecho el delantal de pastorcita y lo mona que está con su peluche. Gracias a Dios la convencí de que la cayada la llevan sólo los niños, al menos mi cabeza está a salvo de sus nervios y es que se trata de la primera función de Navidad de mi hija.

En el escenario, María, José, el Niño Dios -el único que se está quieto- y el ángel esperan, cuando todo el mundo parece estar acomodado, Julián inicia el acto con un discurso que nos recuerda que no todos los niños pueden celebrar la navidad como nosotros y que en este año, todo gira en torno a la Coronación de la Madre del Niño. Como no soy torrejoncillana, la pasión que se muestra aquí por María Inmaculada me desconcierta y emociona a la vez, es un sentimiento que se siente, se palpa y articula el acto como una columna dorada… porque esta representación navideña, con sus niños subiendo y bajando atropelladamente del escenario, sus mamás con las cámaras de fotos, las prisas, el micro que no suena, los peques que están enfermos y no aparecen, todo está medido y articulado exquisitamente. Los más pequeños se arrremolinan alrededor de María José, los más osados dicen su parlamento a voz en cuello, los mas mayores están felices y seguros, los más inquietos aunque estén disfrazados de abeto ni paran… pero todo, todo, hasta la última palabra, está medido y controlado por un texto del que quizás no nos enteramos bien y por un maestro de ceremonias, Julián, que parece tenerlo todo perfectamente controlado a pesar del caos pastoril. Con todo el ruido y toda la desorganización que cualquier acto con niños comporta, la obra es rápida, coherente, da espacio y voz a todos y aparece en las intervenciones de Julián engarzada perfectamente. ¿De quién será el texto? Me pregunto. Los monitores de Actividades Extraesclares del Batalla de Pavía han hecho un trabajo fabuloso, pero el sutil hilo que lo une todo es la mirada que se intercambian María José y Julián, el introducciendo los diferentes actos y ella organizando a los niños.

Cuando abajo los pastorcillos menores parecen capaces de destrozarse la cabeza a golpes de cayado y las mamás han agotado todas las fotos del móvil, los niños mayores, tan serios y nerviosos que me hacen reír, ponen en escena una obra escrita por ellos mismos. Es verdaderamente buena, y aunque hay algún árbol que incordia, la historia del pueblo junto a la del pastor turulato son un hallazgo. Cuando acaban está claro que estos actores noveles no saben saludar, pero todo ha salido bien, y aunque todos escuchan el último parlamento de Julián casi de pie y arrastrando abrigos -nos falta un poco de cultura teatral, es cierto-, podemos darnos por satisfechos.

Cuando hemos conseguido salir y mi pastora se ha puesto el anorak y ha comprobado que no perdió su oveja en el tumulto del rebaño, veo en el escenario y Julián y sus monitores recogiendo estrellas de papel de plata. Me gustaría decirles que me ha encantado, que me ha emocionado y que me siento muy feliz de participar en ella. Ha sido mucho trabajo que ha pasado muy deprisa, pero no ha dejado una estela de plata en el suelo que se recoge, me ha dejado un caminito de luna en el corazón…. y eso que mi oveja lucera, con todo lo que me costó que se aprendiera su parte, se puso modorra y no recitó su primer papel.

Charo Alonso
Profesora del Instituto