EL CIRCO DEL SIGLO XXI
Hace unos días se publicó una noticia sobre unos enfrentamientos acontecidos entre los aficionados de dos equipos de fútbol a la salida de un partido en el sur de Italia. Nada grave si no fuera porque planeaba la sombra del policía muerto el año pasado en la misma zona y también con un partido de fútbol como telón de fondo. No hace mucho en un país sudamericano, no recuerdo cuál -aunque podría haber ocurrido en cualquiera porque lamentablemente la violencia está muy ligada a los acontecimientos deportivos en esta parte del mundo- una avalancha humana provocaba varios muertos en un campo de fútbol por el exceso de público debido a la venta indiscriminada de entradas más allá del aforo permitido. Pocos años han pasado del asesinato de Aitor Zabaleta por parte de un “aficionado” del equipo contrario de éste por cometer el delito de ir a animar a su Real Sociedad; o de la muerte de aquel niño de diez años al que una bengala atravesó el pecho en el desaparecido Sarriá…
Podríamos seguir enumerando casos de verdaderas desgracias en lugares en los que se supone vamos a divertirnos o a presenciar un espectáculo deportivo y no a rezar porque no pase nada y porque no se le crucen los cables a algún cafre que no distingue lo banal de lo trascendente. Y es que algunos convierten en forma de vida lo que no pasa de ser un juego o al menos no debería pasar de ser sólo eso, un divertimento como distracción del estrés de la vida cotidiana. Pero la falta de referentes militares o de enfrentamientos medievales provoca que muchos individuos encuentren el campo de batalla en los terrenos de juego y vean en los partidos de fútbol una guerra entre dos ciudades o dos regiones o dos identidades o dos maneras de vivir inventadas. De tal forma que en cuanto tiene ocasión insulta, vocifera, despotrica, calumnia y, en los casos más extremos agrede físicamente si cree que con ello “defiende sus colores”, aunque más bien los ofende.
Si todos estos vándalos dedicaran un minuto de sus vacías existencias a reflexionar sobre el fenómeno social en el que se ha convertido el fútbol hoy en día, se darían cuenta de lo que hay detrás de todo esto, que no es más que lo que hay detrás de cualquier interés que mueve la sociedad actual. Los intereses económicos de unos cuantos poderosos logran que todos bailemos el son que ellos tocan y que hinchemos las arcas y las posiciones sociales de los que consiguen meterse en ese circo.
A esto contribuimos todos en mayor o menor medida, desde el espectador que consume fútbol ávidamente sentado en su sillón de casa, hasta el alcalde que recalifica unos terrenillos donde había unas instalaciones deportivas de tal o cual equipo, y pasando por los medios de comunicación que nos cuentan incluso a qué hora van al baño los futbolistas, rellenando media hora de programación en cada informativo (por llamarlo de alguna manera, aunque más bien deberíamos llamarlo programa de “varietés”).
Y no pasaría nada por participar en este circo si en torno a él no tuvieran lugar episodios de violencia, porque no deja de ser uno más dentro de los fenómenos que nos rodean en la época que nos ha tocado vivir. Los problemas aparecen si se traslada a lo personal y se incorpora al modo de vida algo que es ajeno, cuando se pretende crear un vínculo vital y trascendente con un juego sin separarlo de su versión más trivial de mero pasatiempo.
Roberto C. García Donoso
